Han pasado casi dos horas desde que Keenan se sentó en la misma posición. Sin importarle el aire frío. O los traviesos mosquitos que intentaban rodearlo. Porque ahora el hombre estaba en un cementerio.
"Eres una mujer muy mala."
Esa frase es la que Keenan decía a menudo. Incluso la repetía una y otra vez.
"Por tu culpa, he experimentado muchas cosas dolorosas en mi vida. Me siento no deseado, no valorado y desechado. ¿Qué te he hecho mal? ¿Acaso no puedo elegir de qué vientre quiero nacer?"
"El que se equivocó fue ese hombre. Pero tú me echaste toda la culpa a mí. Así que fuiste capaz de darme un castigo muy doloroso. De por vida, te conoceré como mi enemiga. Eres mi enemiga y te odio mucho."
Las lágrimas seguían fluyendo, hasta mojar el rostro demacrado de Keenan. Porque el hombre había dormido poco y consumido demasiadas drogas.
"Ya has sido muy perfecta destruyendo mi vida. Así que crecí como un niño siempre lleno de rencor. ¿Sabes, señora? Ya he logrado destruir uno por uno a tu f