Capítulo 5

Rosalie cruzó la habitación y la encontró vacía.

Miró el reloj en su muñeca, no era tan tarde entonces subió las escaleras para ver a sus hijos.

Cuando la mujer llegó al último escalón, casi cayó hacia atrás al oír los gritos de Angelika.

Rosalie sintió su corazón latiendo descompuesto, sus piernas temblaron y ella resbaló al girar el pasillo.

Su primer pensamiento para los gritos de Angelika era que alguien había invadido la casa y la estaba lastimando.

Rosalie se levantó y siguió corriendo, sintiéndose al borde del colapso.

Cuando Rosalie llegó al centro de los gritos, descubrió que estaba en su habitación.

Y se sorprendió por la escena que vio.

Bastien tenía varias bolsas de ropa tirada en el suelo, mientras Angelika intentaba golpearlo, llorando.

Rosalie todavía sentía que su corazón estaba latiendo demasiado rápido, sin embargo, se acercó a la escena.

Solo un vistazo rápido y se dio cuenta de que toda esa ropa pertenecía a Duncan...

Ella miró a su hijo menor, su rostro era muy parecido al de Duncan cuando era joven, cuando sus miradas se encontraron él no consiguió sostenerlo por mucho tiempo.

— Mamá! está tratando de deshacerse de todo lo que fue de mi padre!

Ella pudo sentir todo el dolor de aquellas palabras, vio en los ojos de su hija el sufrimiento.

Angelika se negaba a dejar que Bastien se deshiciera de las ropas que pertenecían a su padre.

La chica tenía la cara roja, y los ojos hinchados de tanto llorar, sus cabellos castaños cayendo a su alrededor.

— No puedes dejar... No dejes... — Rogó a Angelika, su voz cada vez más débil.

Bastien estaba parado detrás de ella, mirando a su hermana.

Había dolor en sus ojos verdes, un dolor que Rosalie podía perfectamente comprender.

La mujer se acercó a su primogénita y la tiró en un abrazo.

Ella envolvió a Angelika y la sostuvo en sus brazos y susurró palabras suaves en su oído, incluso cuando Angelika intentó desvencilhar y acusar a Bastien ella la sostuvo más firmemente.

Hasta que la chica se dio cuenta de que no había otra opción, involucrarse con su madre.

Angelika entró en combustión, teniendo una enorme crisis de llanto y perdió las fuerzas en los brazos de Rosalie.

Lentamente la chica se fue cayendo, hasta que ambas permanecieron en el suelo de rodillas.

Rosalie no se permitió llorar, sólo consoló a su hija.

Pero su dolor era el mismo.

— Lo extraño... — murmuró Angelika, su voz estaba embargada.

Rosalie asintió mientras continuaba sosteniéndola, apoyando su rostro contra su corazón.

Consolarla como si fuera una niña, porque ella siempre sería su niña.

Cuando la viuda levantó la mirada hacia Bastien, vio con tristeza que él lloraba en silencio recostado en la pared.

Ella levantó una mano y se la ofreció.

Bastien la miró, sus ojos eran un cielo nublado.

Era un adolescente, aunque su físico no lo demostraba.

Bastien se acercó y se arrodilló cediendo aquel momento, los tres se abrazaron por un largo tiempo.

Y compartieron su dolor, al menos en esos minutos.

Más tarde esa noche, Rosalie devolvió todas las pertenencias de Duncan a su lugar, y pensó en la actitud de Bastien.

" Veo a la señora enredándose en todo lo que fue suyo, las veo a ustedes dos hacer eso"

Recordó sus palabras y cómo le dolía.

Del dolor en cada palabra.

Rosalie se miró, llevaba una de las camisas favoritas de Duncan.

Ella inspiró, y notó que aún tenía su olor...

Todavía no estoy lista, pensó.

Le dolía el corazón.

Pero no podía librarse de nada de Duncan.

Se estaba torturando a sí misma, lo sabía.

Pero no podía evitarlo. Todavía no.

Ella respiró profundamente y trató de distraer su mente con el trabajo, decidida a demostrar a todos que dudaban de ella.

Rosalie caminó hacia algunos libros sobre gestión de empresas, y comenzó a leer.

Estuvo leyendo sobre estrategias de ventas, administración, durante horas.

Estudiando sobre el mercado de piezas de coches.

Cuando finalmente decidió tomar un descanso, ella revisó sus correos electrónicos, con la esperanza de ver alguna novedad de la investigación sobre la explosión.

Sabía que la muerte de Duncan no había sido un simple accidente, no podía ser.

Rosalie se dirigió al teléfono, y llamó al investigador del caso.

Minutos después ella golpeó el teléfono, con las palabras "Ninguna información nueva" atragantada en su garganta.

Ella se acostó en la cama, y solo un pensamiento rodó por toda la noche en su mente.

Investigaría por mi cuenta.

Minutos después mientras esos pensamientos martillan en su cabeza el teléfono sonó, la mujer contestó y dijo "Hola".

No hubo respuesta del otro lado, sólo una respiración.

De alguna manera, sin saber la razón, Rosalie se vio llorando en silencio.

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