Rosalie miró a su hijo y al hombre con él, y se acordó del momento que él la sostuvo en el camino de piedras, después el modo como tamborileó los dedos en la mesa.
Ella respiró profundamente y pensó que entendía esa sensación de familiaridad que ella sentía, ella había sentido lo mismo.
La mujer miró a los ojos a su hija, y vio cómo ella creía en aquello, que de alguna manera Duncan estaba cuidando de ellas.
Rosalie suspiró, y pensó que Duncan realmente estaba muerto.
Las dos se abrazaron.
[...]
Duncan miró la hora en su reloj y se dio cuenta de que ya pasaba de las diez de la noche, por más que quisiera quedarse más, él tenía que irse.
El hombre se levantó del sofá y abrazó a su hijo, estuvieron durante horas conversando y él dudaba de que el niño se hubiera dado cuenta de la hora. Pero era hora de irse.
Rosalie se acercó al oír los dos despidiéndose, ella lo miró y lo acompañó hasta la puerta.
Duncan no se despidió de Angelika, que según Rosalie ya se había ido a la cama, con aquell