Rosalie no podía creer lo que Leonor acababa de revelar.
Ella se levantó de su silla y dijo:
— ¿Qué es eso?
Leonor no podía mirarlo a los ojos, la secretaria estaba visiblemente incómoda con los rumores maliciosos que rondaban la CEO.
— Llaman a sus hijos bastardos y a la señora una asesina.
Rosalie sintió sus manos temblar, y toda su sangre hirvió en sus venas, su boca quedó seca y su corazón martillaba en su pecho.
Tuvo que poner las manos sobre la mesa y apoyarse, no porque se desmayara, sino porque la rabia que la consumía imploraba sangre.
Su corazón estaba destruido por la pérdida de Duncan, sus días sin ninguna alegría, y el dolor del luto apenas aumentaba.
¿Ahora la llamaban asesina?
Necesitaba respirar profundamente mientras intentaba calmar el espíritu sanguinario que amenazaba con poseer su cuerpo.
Leonor se dirigió rápidamente al bebedero y le trajo un vaso de agua, que Rosalie bebió.
Pero nada apagaba las llamas en sus venas.
Leonor misma tomó otro vaso para sí misma.
— ¿