Capítulo 106
A pesar de estar hirviendo de rabia por dentro, Santiago mantuvo una apariencia tranquila; no podía mostrar debilidad.

Con una sonrisa disimulada, Santiago dijo:

—Julia no come estas cosas. Mejor llévatelas, para que no termine tirándolas a la basura y desperdiciando tu gentileza.

David se acercó a él y le susurró desafiante:

—Antes no sabía que fueras tan mezquino. Si no sabes valorar a tu esposa, naturalmente habrá quien lo haga por ti.

Santiago apretó los puños y respondió con sarcasmo:

—Qué patético eres. Estás destinado a perseguir a las esposas de otros, porque al final yo soy su marido.

El rostro de David se oscureció terriblemente. Santiago le dio unas palmaditas en el hombro.

—Un hombre decente como tú, sin fetiches raros, ¿por qué insistes en mirar el plato ajeno? Si no encuentras novia, puedo presentarte a alguien.

—Santiago, tu boca sigue siendo tan detestable como siempre.

Santiago esbozó una sonrisa; evidentemente había ganado esta ronda.

—Solo con las personas que me des
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