Afortunadamente, Julia había tenido poco contacto con ella; de lo contrario, probablemente habría muerto de frustración. De repente, sintió cierta compasión por Santiago, quien seguramente soportaba esto frecuentemente.
Para calmarla, Julia decidió seguirle la corriente.
—Si el divorcio procede sin problemas, consideraré tu propuesta.
—Entonces queda así. Julia, ¿cuánto dinero tienes ahora mismo? ¿Podrías prestarme algo?
Julia contuvo la respiración. Mariana era aún más difícil de lo que había imaginado.
Suspiró y negó con la cabeza, resignada.
—Para serte sincera, ahora mismo estoy en la ruina. Por eso he vuelto a trabajar. Como sabes, durante estos tres años no he tenido ningún ingreso.
Le parecía ridículo tener que fingir pobreza ante ella, pero era mejor mantenerse alejada de este pozo sin fondo.
Mariana, incrédula, insistió:
—Como señora Rivera, es imposible que no tengas ni un centavo.
—Piénsalo. Si tú, siendo la hija de los Rivera, no tienes dinero, ¿cómo voy a tenerlo yo, una e