Jack levanta mi rostro, me limpia las lágrimas con esa dulzura que tanto me enamora y me besa con suavidad, borrando toda mi tristeza con sus labios y sus brazos alrededor de mi cuerpo, manteniéndome segura, protegida y querida.
—No mereces seguir llorando y recordando esos momentos tan horribles de tu vida. Es hora de que seas feliz, de que sonrías y vivas tu vida como siempre lo debiste hacer —murmura contra mi boca—. Mereces ser inmensamente feliz.
—Lo merezco —repito esas dos palabras, como queriendo convencer a mi mente de que así es, de que merezco lo mejor luego de tantas lágrimas que he derramado.
«Me lo merezco», me digo a mí misma y recuesto mi frente de la suya. Miro sus ojos grises, siempre calmos, siempre dándome seguridad y una genuina preocupación. En su mirada también hay deseo y un amor que me está quemando el corazón sin llegar a hacerlo cenizas.
No sé a ciencia cierta qué tanto puede sentir por mí, pero con sus palabras, con su forma de mirarme, de besarme, de tener