Era la primera vez que Emily aparecía frente a Matriarca con un rostro sin disimulo.
Inesperadamente, Matriarca levantó la vista y vio a su hija, que apareció ante su vista con vida.
¡Ese hermoso y exquisito rasgo facial, esa tez blanca y delicada, esos grandes ojos negros y brillantes!
Todo esto era, ¡su Talía!
Cuando la Matriarca se emocionó, estuvo a punto de levantarse de la silla de ruedas.
Esta acción asustó tanto a la criada que había estado vigilando a su lado, que se apresuró a ayudarla.
Emily también se sorprendió y corrió hacia Matriarch a toda velocidad.
Con los esfuerzos concertados de ambas, finalmente se sobresaltaron y dejaron que Matriarch volviera a sentarse en la silla de ruedas.
Inesperadamente, en cuanto la Matriarca agarró la mano de Emily, rompió a llorar de emoción.
«Talía, ¿eres tú? Sé que sigues viva, y sé que algún día volverás a verme».
«Abuela…» Emily frunció el ceño, mirando a la criada.
La criada negó con la cabeza, indicando que no sabía qué había pasad