Esa voz la conoce y lo saca de su delirio, al girar la vista la ve a ella, con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre esa bella pancita.
Se pone de pie de inmediato y camina hacia la reja que los separa.
-Lucecita… volviste.
-Así parece. Me pierdo unas semanas y tú metes la pata hasta el fondo.
-Mi amor…
-¡Eres un bruto inconsciente! – le grita ella, sin controlar las lágrimas -. ¿Acaso no recuerdas que tienes una hija? ¡La dejaste sola!
-No está sola, legalmente es tu responsabilidad ahora – eso sorprende a Luz, ya le preguntará por eso -, y sé que contigo estará más segura que nunca.
-Pero eres su padre, el que ha estado para ella desde que nació.
-No es así, la tenía en el abandono, le hice daño desde que llegó a este mundo, ¿recuerdas que me lo dijiste?
-Mira, Fin