-Ya mi amor, te juro que buscaremos a ese desgraciado y lo haremos pagar por lo que te hizo – “aunque sea yo” -.
Gerard mece a Luz, mientras ella comienza a calmarse poco a poco. Se aparta un poco de él y lo mira a la cara con miedo de lo que se va a encontrar, pero el rostro lleno de dolor en su novio la hace ver que no la juzga.
Y ¿cómo podría?
Más bien, Gerard ahora siente que su mundo está colapsando con cada sollozo de su Lucecita, su muchacha guerrera y dulce.
-No me dejes, por favor… no quiero estar sola…
-No, mi vida, no me iré a ninguna parte.
Ella cierra los ojos cuando Gerard la acomoda en la cama, se quita los zapatos y los calcetines, para luego meterse al lado de Luz, ella se pega a su cuerpo y se deja ir poco a poco en un sueño más tranquilo.
Mientras que Gerard no deja de pensar en aquella chica a la que atacó sin ser