Capítulo 3

La noche está bastante agitada para Luz y eso le gusta, porque ayuda a que la hora se le pase rápido. Hay mucha gente animada y se ha dado cuenta que algunas chicas de allí van con menos ropa de lo que deberían, algo la hace sentir un poco incómoda, pero trata de no prestar atención, porque está allí para trabajar, no para juzgar cómo se visten las mujeres.

Luego de servir unos martinis, se va a la sala en donde están dispuestos los tragos y entremeses que se van a servir en el evento durante la noche. Allí la aborda Rickon, uno de sus colegas.

-¿Cansada? – le dice sonriendo, dejando la bandeja vacía sobre la mesa -.

-No todavía, aunque sí tengo mucho calor y sed.

-Oh, pero eso se soluciona de una vez – el chico va hacia una nevera y saca dos refrescos, mientras Luz toma asiento un momento, para atarse las agujas y quitarse la máscara un minuto -. Incómodas, ¿verdad?

-Sí – le dice ella respirando y recibiendo la lata que su colega le sirve -. Pero lo vale, esta noche promete tener una buena recompensa para nosotros.

-Eso ni que lo dudes – Luz se bebe su refresco, sin fijarse en la mirada lasciva de su colega, que sonríe satisfecho al verla tomar sin reparos una lata que le ha sido entregada abierta -.

Luz le agradece por el gesto a Rickon, se coloca la máscara de regreso y llena su bandeja con copas de champaña para repartir entre los presentes. Sale al ruido del piso y se siente algo extraña, pero hace caso omiso y continúa con su trabajo.

Hasta que termina de repartir la última copa y decide que necesita ir por agua. Siente la boca seca, un mareo que la hace tambalearse y justo antes de que caiga de bruces, Rickon la sostiene.

-Wow, chica… no me digas que te bebiste la champaña de los invitados – le dice llevándola a un lugar distinto de donde ella quería ir -.

-Claro que no… pero me siento muy mal, estoy mareada…

-Déjame llevarte a un lugar secreto donde descansar, luego te alcanzo.

-No, llévame con… con Rafael, llévame con él… - pero Rickon ya tenía un plan completamente diferente para ella desde antes de esa noche, el que está llevando a cabo con una oscura satisfacción -.

-No, cariño… ese es muy poco hombre para tanta mujer – esas palabras encienden las alarmas de Luz y trata de zafarse del chico, pero su cuerpo está débil y no puede hacer mucho -.

Rickon ya casi la lleva a rastras, trata de abrir las puertas de los privados, pero estas están cerradas, hasta que consigue dar con una abierta, la abre y, poco menos lanzando a Luz dentro, le dice en un susurro lleno de malas promesas mientras cierra la puerta.

-Ya vuelvo por ti, preciosa.

Luz en cuanto entra al lugar, se da cuenta que algo no anda bien… una luz tenue ilumina el lugar, una mano pone seguro a la puerta y otra la atrae a un cuerpo duro, alto y caliente, muy caliente.

Unos labios la saborean con desesperación, ella trata de apartar la muralla que tiene en frente, porque sabe lo que tanto exceso de “cariño” significa, pero una parte de ella se ha quedado prendada del olor que ese cuerpo emana, a madera y manzana.

-No… - se le escapa a penas un murmullo, pero el hombre lo entiende de una manera muy distinta -.

-Tienes razón, de pie no, ven.

La toma de la mano y la lleva al sofá que está en el privado, la recuesta allí sin dejar de tocarla y besarla.

Para el hombre, no es solo que esté volviéndose loco de deseo, sino que además el olor a jazmín que emana la chica lo invita a perderse en ella y no soltarla nunca más.

Su cuerpo enfebrecido, su espíritu resucitado y las ganas impacientes de probar aquel pequeño cuerpo, lo obligan a despojar a la chica de su ropa con desesperación, sin reparar en nada más. Se queda contemplando a la mujer unos escasos segundos, con aquel conjunto sencillo de ropa interior y que la vuelve más inocente.

-Si no supiera a lo que te dedicas, muñeca, pensaría que eres virgen – dice casi para sí mismo -.

Solo saca su mi3mbro, se posiciona entre las piernas de la chica y se adentra de un solo golpe, provocando dos reacciones: un grito desgarrador por parte de Luz y un estado de frenesí en él mismo que no le permite parar.

Su cavidad es estrecha, como si nunca hubiese estado con otro hombre, quiere imaginarse eso, dejando de lado la reacción de la chica, que llora bajito producto de la droga que la mantiene semi inconsciente.

El hombre no se detiene, muerde su cuello, sus hombros, mientras entra y sale de la chica que ya no pelea, porque su cuerpo se ha quedado en shock.

La mente de Luz grita una y otra vez que eso no le puede estar pasando, que no puede ser posible. No a ella.

Todo su mundo se está derrumbando y ella no puede desquitarse, porque está drogada y sumida en el terror más grande que ha sentido en su vida.

Paralizada.

Aterrada.

Dolida.

Y muchas palabras más no son suficientes para describirla en ese momento.

El hombre entra y sale sin piedad, buscando sacarse ese ardor que lo consume, el cuerpo de la chica lo tiene en un estado de éxtasis increíble, uno que va más allá del estímulo que su amigo le dio, esa mujer podría ser su perdición si ella así lo quisiera. No deja de moverse dentro de ella, hasta que llega a un poderoso 0rgasmo que lo deja algo aturdido, pero no lo suficiente para darse cuenta de que algo anda mal con Luz.

-Oye… - la mueve un poco, pero ella está quieta, como una estatua, con los ojos cerrados y sollozando tan bajito, que no la pudo escuchar hace unos minutos, cuando la embestía -. Chica… ¿estás bien?

Todas las sensaciones se le espantaron en el mismo momento en que se incorporó y vio aquella mancha oscura en el sofá. El hombre está aterrorizado, repara en la ropa que le arrancó a la chica y se da cuenta que esa no es la vestimenta de las damas de compañía del lugar.

-¡Maldición! – dice tomando la blusa y la chaquetilla de la chica -. Es… es una camarera, oh por dios, ¡¿qué he hecho?!

Se acerca en vano a la chica, que casi no reacciona. Como puede le pone la ropa y se pasa las manos por el cabello, sin saber qué hacer.

Trata de sentarla y la abraza, diciéndole cosas que ella no oye, porque se ha quedado dormida o se ha desmayado.

-Soy un desgraciado, ¿cómo no me di cuenta que ella no era…? – en un acto incomprensible para él, le deja un beso en la frente y la recuesto otra vez -.

Se pone de pie y decide salir por Dan, ese idiota tiene que ayudarlo a sacar a la chica del lugar, llevarla a un hospital y…

-Sí, la única manera de sacarme este cargo de consciencia es entregarme.

Mira a la chica, a la que no le ha quitado la máscara solo para no agregar más remordimientos a sus acciones, si no tiene rostro, tal vez pueda dormir otra vez un día.

Sale del privado y comienza a buscar a su amigo, completamente desesperado, con el llanto en la garganta y un odio hacia sí mismo que no podría sentir por otra persona en el mundo.

Al llegar al área común, ve a Dan con una mujer bailando en la pista, se acerca a él con paso tembloroso, su amigo al verlo primero sonríe, pero cuando ve la expresión en su rostro corre hacia a él y lo sostiene antes de que sus piernas lo hagan caer.

-¡Gerard, ¿qué pasa?!

-Hice… hice algo horrible… tienes que ayudarme, por favor – le dice asustado y llevándolo hacia el lugar, pero su amigo lo detiene -.

-Tienes que decirme qué pasa, estás… estás mal, ¿la mujer te hizo algo?

-¡No entiendes! Yo fui… yo soy… soy un monstruo, Dan tienes que ayudarme.

Al escuchar esas palabras, su amigo se inquieta y decide seguirlo. Llegan hasta el privado, el que se encuentra con la puerta abierta y vacío.

-¡No! – mira a todos lados y se aferra a la chaqueta de Dan -. Tienes que ayudarme a encontrarla, debemos llevarla a un hospital.

-Pero ¿qué pasó?

-¡Abusé de ella, eso es lo que pasó! No era de las chicas que atienden aquí, estaba tan cegado por esa m*****a droga, que no me di cuenta que era una camarera… y sabes qué es lo peor – se acerca al sofá y levanta el cojín con la mancha -. ¡Era virgen! ¿Sabes lo que será esto para esa pobre muchacha?

-Tranquilízate, Gerard...

-¡No me digas que me calme! ¡Tú tienes la culpa! – y sin más que hacer, le da un fuerte puñetazo en la barbilla a su amigo -. Me convertí en un monstruo… tengo que entregarme a la policía.

-¡Espera! Busquemos a la chica y la ayudaremos, si es necesario, yo me haré responsable de todo este desastre. Pero primero, debemos buscarla.

Pero no la encontrarán, porque Luz, quien se estaba haciendo la inconsciente a modo de protección, en cuanto Gerard dejó el privado, ella salió de allí.

Débil y mareada, pero consiguió salir del lugar, hasta que se encontró con Tony.

-Lucecita…

-Llévame con Rafael… - el chico la ayudó a llegar al ascensor y bajó con ella, sosteniéndola para que no se fuera a desplomar -.

Rafael justo entraba al hall para buscar más bebidas, pero cuando vio a Luz se le olvidó todo.

Ahora, ambos van de camino al hospital, porque Luz no le dijo lo que tenía, ya que se desplomó en sus brazos. Si no fuera porque los asistentes del evento los veían como simples mortales, hubiese sido un enorme escándalo.

-Luz – le dice Rafael para hacerla reaccionar -. Aguanta, cariño, te llevaré a un hospital.

-No… - le responde ella, tratando de incorporarse -. Llévame a mi casa.

-Linda, necesito saber lo que te pasa… ¿Alguien te dio algo? ¿Alguien te hizo algo?

-Solo llévame a mi casa… - pero no puede decir nada más, porque el llanto se le escapa del alma de una manera tan desgarradora, que Rafael busca un sitio dónde estacionar -.

Se baja del auto y lo rodea con rapidez, abre la puerta del copiloto, le quita la máscara, para luego abrazar a Luz con fuerza. Ella trata de resistirse, pero el comienza a hablarse muy bajo para consolarla.

-Linda, tienes que decirme qué te pasó… si alguien te hizo algo, te juro que lo mato.

-No sirve de nada que te diga lo que pasó, porque ya no puedes hacer nada por mí.

-Luz… - se aparta de ella, le limpia un poco las lágrimas y su voz se vuelve grave -. Dime que no te tocaron – ella cierra los ojos y vuelve a llorar con más dolor -. Mi niña, uno de esos hombres te… - ella asiente antes de que él diga la palabra -.

Rafael cierra los ojos, lleva el rostro de Luz a su pecho y lanza un grito al aire lleno de odio y dolor.

Lo cierto es que ambos tienen una amistad algo lejana por el trabajo, porque Luz así lo quiso, pero eso no le impidió enamorarse y querer saber todo de ella. Sus sueños, su anhelos, sus gustos y lo que quería para su vida.

Y es precisamente el saber todo eso de la mujer que ama, lo que hace sentir a Rafael casi como si la hubiese mandado a las garras de ese infeliz.

-¡Soy un estúpido! Te envié sola con una bola de inútiles que no pudieron cuidarte, solo para no incomodarte por mi comportamiento de esta tarde – la abraza con más fuerza y deja que sus lágrimas caigan también -. Perdóname, Luz, mi niña preciosa...

-Ya no soy una niña, ya no soy preciosa - dice ella con un vacío en su voz que a Rafael lo estremece -. Eres el único que sabe esto y no quiero que nadie más se entere. Ya es humillante saber que no pude hacer nada para defenderme, saber que me arrebataron la inocencia de esa manera, como para que además ande en la boca de todos.

-Tenemos que ir a la policía…

-¡No! – la voz de Luz sale dura y sin titubear -. No quiero que nadie me pregunte, no quiero recordar, no quiero otro desconocido hurgando en mi cuerpo como si yo fuera un objeto.

-Mi niña…

-¡Que no me digas así! Yo no soy de nadie… yo ya no puedo ser de nadie – se abraza a sí misma y apoya la cabeza en el pecho de Rafael -. Ya nadie me puede amar así… estoy sucia, necesito… necesito sacarme ese olor.

-Vamos a mi casa, te dejo allí para que te bañes, te cambies, mientras yo voy de regreso al evento.

-No quiero... solo llévame a mi casa, por favor.

-Tus padres te preguntarán…

Por un momento Luz quiso decirle que la dejara sola caminar hasta perderse en aquella horrible ciudad, pero al ver los ojos rojos y llenos de dolor de Rafael, supo que no estaba sola, al menos él la apoya y no la veía con lástima, si no con un profundo arrepentimiento por no haberla cuidado.

-Está bien… aunque tendré que buscar una buena excusa para no llegar.

-Por eso no te preocupes ahora – deja un beso en su frente, algo que a Luz se le hace familiar y la acomoda en el asiento otra vez -. Y Luz… - le dice alejándose de ella para cerrar la puerta -, yo sí te amo, antes de esto y nunca dejaré de hacerlo.

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