Capítulo 2

Luz era joven, sí, pero con unas excelentes curvas, parte de la herencia latina de su padre y la piel pálida, herencia de su madre. Su estatura era el reflejo de su abue Melisa, lo que quiere decir, no fue suficiente para pasar el metro sesenta.

Pero si algo tenía Luz es que no le gustaba que la forzaran a nada, eso para ella era totalmente imperdonable y lo que Rafael acababa de hacer lo hacía merecedor, al menos, de una bofetada y de su indiferencia por varios días.

Lo aparta de ella y hace lo que tenía en mente, se lleva el rostro y la dignidad del chico con una bofetada que bien pudo escucharse en Washington. Él la mira con los ojos abiertos, con una de sus manos sobre el golpe, porque es obvio que le ha dolido como los mil demonios.

-¡¿Quién crees que soy?! – le dice poniéndose de pie -. Yo nunca te di la confianza ni el mensaje de que podías besarme contra mi voluntad.

-Luz, por favor… no quise ofenderte, yo en verdad estoy interesado en ti… te quiero.

-Pero yo no estoy interesada en ti de esa forma – le dice en tono que podría ser tan duro como una piedra, pero lo suaviza al ver el rostro del chico -. Rafael, yo soy muy joven. Sé lo que quiero de la vida en cuanto a mis estudios, a mi futuro laboral, pero no en cuanto al amor.

“No tengo planes de tener una relación ahora y en mucho tiempo. Por favor…

-Lo entiendo, perdóname – se acerca a ella con las manos levantadas, en señal de rendición -. Pero quiero que sepas, te quiero, te veo como una chica fuerte, que puede conseguir todo lo que quiera. Déjame estar a tu lado, aunque sea como amigo. Si más adelante cambias de opinión…

-Creo que es mejor que me des mi cheque y salga de aquí, antes de que comiencen a hablar de mí.

Rafael solo sonríe y rodea su escritorio para entregarle el cheque a Luz, ella lo recibe y lo guarda en su bolso.

-Perdóname, por favor, te prometo que nunca más volverá a pasar, no sin antes pedirte permiso para hacerlo.

-Está bien – dice ella relajando su cuerpo -, ahora saldré porque seguro hay varios afuera esperando por su cheque.

Ella sale de la oficina y se va directo al baño, donde se moja la mano con la que le dio la bofetada a Rafael. Porque golpear a alguien en el momento es muy liberador, pero el dolor que deja…

-Rayos, creo que me excedí – abre los ojos, pensando en que no siquiera se fijó en el rostro de su jefe -. ¡¿En qué estaba pensando?! Ahora podría despedirme… tengo que ir a pedirle perdón por mi actitud.

Sale del baño de regreso a la oficina, pero ya todos están reunidos afuera, recibiendo las instrucciones de parte de Rafael.

-Cuando lleguemos allá les indicaré a cada uno dónde debe dirigirse, el espacio es grande y tendremos que cubrirlo con bastante dedicación. Deben cuidar su lenguaje y sus modales, esta gente no son esos jóvenes alocados que estamos acostumbrados a atender. Tendremos personajes públicos, probablemente la prensa estará en el lugar y lo último que querrán es meterse en problemas.

Todos asienten y se dirigen a los vehículos dispuestos para el transporte, pero Luz se acerca a Rafael y lo toma del brazo, él se vuelve hacia ella con su habitual sonrisa… y una marca muy roja en su mejilla izquierda.

-Ay por dios… perdóname, Rafael. Se me fue la mano, yo… - las palabras le salían atropelladas, las lágrimas se estaban acumulando en sus ojos, pero él la detuvo tomando sus manos -.

-Tranquila, está bien. Me lo merezco – le sonríe y la encamina hacia uno de los mini buses -. Y nunca, jamás en tu vida, vuelvas a pedirle perdón a un hombre que te fuerce a hacer algo que no querías, ¿de acuerdo? – ella asiente -. Ahora, vamos, arriba.

Ella se sube algo más tranquila, pero la consciencia no es algo que te deje de buenas a primera. Los dos minibuses parten del lugar con rumbo al centro de eventos, sumergiéndose en el tráfico de la tarde.

Una hora y media después, Luz recibía las instrucciones de parte de Rafael, quien parecía algo gruñón y nervioso, algo que no era usual en él. Se sentía culpable por su humor, probablemente no era de las mejores presentaciones el llevar ese golpe allí, en la mejilla.

Pero se permitió mirar un poco a su alrededor mientras oía las instrucciones para la noche que se acercaba, que prometía ser tan agitada como los eventos de ese tipo.

El lugar era un centro de eventos bastante grande en el centro de la ciudad de Nueva York. Estaba formado por un edificio de tres niveles, donde el último era abierto y dispuesto para bailar casi al aire libre, un amplio jardín y una zona de piscina.

A ella se le pidió hacerse cargo del segundo nivel, junto a cuatro chicos más. Estaba nerviosa, porque está vez Rafael no estaría con ella y eso la asustaba un poco, porque siempre aparecían esos señores demasiado cariñosos que buscaban algo más que un vaso de whisky o un bocadillo.

No pudo evitar tener esa punzada de vergüenza, era probable que él no quisiera estar cerca por el incidente de la tarde, pero contrario a todos sus pensamientos, el chico se acerca a ella algo preocupado y le dice sin ocultar lo que le pasa.

-Luz, si tienes algún problema con alguno de los hombres, pídele ayuda a alguno de los chicos – le toma las manos y sonríe, tratando de darle confianza -, -yo tengo que hacerme cargo del jardín, porque al parecer allí estarán los invitados más importantes. Pero te prometo escaparme de vez en cuando para ver cómo estás.

-Tranquilo, todo irá bien – le dice para tratar de tranquilizarlo, aunque ella misma está hecha un manojo de nervios -.

-Ok, pero si pasa cualquier cosa y los chicos no hacen nada o no están cerca, corres hacia mí, ¿de acuerdo?

-De acuerdo.

-Ahora ve con los muchachos, cuídate y nos vemos en un par de horas.

Luz avanza con paso firme al ascensor, junto a sus colegas, en el preciso momento que un Mercedes negro de vidrios tintados se estaciona frente al edificio. De él se bajan dos hombres con máscaras diferentes, uno va con una linda máscara gris plateada, con incrustaciones de diminutos diamantes que delinean el contorno de los ojos.

El otro, va una máscara negra, con hilos de oro formando unas delicadas filigranas, dándole un aspecto sofisticado, misterioso y de poder.

-Bueno, conseguí que, en lugar de estar con los viejos aburridos en el jardín, nos cambiaran al segundo piso… allí para mí será más divertido.

-Y eso porque… - intenta decir Gerard, pero Dan lo interrumpe -.

-Hay privados. Si encuentro una chica linda, que así será, podré irme con ella a buscar algo de intimidad – Dan le guiña un ojo, mientras Gerard rueda los ojos y niega ante el descaro de su amigo -.

Entran al lugar, sonriendo y saludando algunos de los invitados que han llegado hasta el momento, donde predominan los hombres mayores, de esos que se sienten de lo más poderosos.

Dan se lleva a su amigo rápidamente al ascensor, liberándolo de algunas garras que buscaban sumergirlo en trabajo, ese no era el propósito de insistirle que fuera a aquella fiesta. Con las ganas de hacer algo más por su hermano del alma, para darle ese empujón que necesita y así consiga a una nueva mujer.

O que al menos consiga desahogarse, porque aquel hombre llevaba cinco años de celibato y casi podía oler la frustración que eso le estaba provocando.

-Mientras esto se prende un poco, podemos estar en el espacio común, aquí nadie nos molestará, solo tendremos uno que otro viejo verde rondando a las chicas lindas.

-¿Y nosotros no somos esos viejos verdes?

-Vamos, Gerard, estamos en la flor de la juventud, los treinta son los nuevos veinte…

-Eso mismo dicen los cincuentones, que ahora son los nuevos cuarenta y así se van quitando la edad – le dice a su amigo, aceptando la bebida de uno de los camareros que también llevan máscaras -.

-Solo disfruta, si más tarde no quieres seguir, te puedo pedir un taxi.

-Me lo puedo pedir yo solo, pero le daré una oportunidad a esta cosa primero – le da un trago a su vaso, que descubre es whisky -. Maldición, me tomé esto sin siquiera saber qué era o quién me lo dio.

-Solo hay camareros, tranquilo… no es que te vayan a poner algo en la bebida.

Y allí a Dan se le ocurrió una idea para ayudar a su amigo a liberarse, solo tenía que buscar la manera de que se distrajera un poco o tal vez ir él mismo por la bebida.

Sí, esta noche llegarían mujeres hermosas, llenas de deseo y con ganas de pasar un rato agradable, sin compromisos, sin esperar nada a cambio. Su amigo solo necesitaba otro empujoncito para que terminara con aquel celibato y comenzara a vivir otra vez.

La gente comenzó a llegar, algunos eran fácilmente reconocibles, pero otros no tanto. Algunos se acercaron a saludarlos y no tuvieron la mínima idea de quiénes eran.

Dan se encargó de hablar con Gerard de todo lo que no fuera trabajo, juzgados y pleitos legales con carácter de mediáticos.

No, aquella noche era para disfrutar, para un absoluto y total desenfreno. Como en los viejos tiempos, antes de que Gerard se casara con ella…

-Dame un minuto, iré al baño – dice de pronto Gerard -. Pídeme otro Martini, están bastante buenos.

-Cuenta con ello – y susurra cuando su amigo se aleja -. Este va a estar muchísimo mejor.

Arregló que le reservaran un privado, porque su amigo pronto iba a necesitar buscar cualquier mujer para desahogar ese calor que iba a sentir. Aunque si no era posible encontrar alguna damisela, seguramente podían buscar a alguna de las chicas que trabajaban allí de manera permanente para esos fines.

Sí, porque era obvio que estarían disponibles unas chicas buenísimas, de esas que a él le gustaban para olvidar a la bruja de su ex.

Pasa una camarera, le ofrece un Martini y Dan lo acepta de buena gana, pidiendo que además le traiga unas botanas y agua mineral con gas.

Cuando la chica se va, Dan mira a todos lados y agrega esa pastilla milagrosa, una que le dio varias noches de desenfreno. Agita un poco la bebida y cuando Gerard llega, hace de cuenta que nada ha pasado.

La camarera llega con las botanas y el agua mineral, les pregunta si desean algo más, pero los hombres se niegan. Gerard se bebe todo el contenido de la copa, sin titubear, mientras sus manos buscan un par de aceitunas.

El lugar se va llenando, la música cambia de ritmo, la fiesta se va prendiendo y el cuerpo de Gerard con el ambiente. Comienza a sentirse incómodo, con un calor que nada se lo podría quitar, hasta que decide que tiene que hacer algo, aunque no sabe qué.

-Dan, me siento raro… ¿estás seguro que nadie le puso algo a mi bebida? Siento que me estoy quemando y no sé cómo quitarme esa sensación.

-Con sex0, mi amigo. Búscate una chica y…

-Espera, ¿tengo que meterme con una mujer en un privado? ¿Esa es tu solución? – le dice molesto -.

-Es lo único que te ayudará, porque te puse una ayuda para liberar tensiones – el hombre abre los ojos totalmente incrédulo de lo que su amigo le está diciendo -.

-¡¿Me drogaste?!

-Es un estimulante natural, de esos que usaban los abuelitos, tranquilo…

-Maldición, Dan… yo no necesito de eso – le dice poniéndose de pie, incómodo por lo que ocurre en su pantalón -.

-Sí lo necesitas, tu mente y tu corazón quieren decirte que no lo hagas, pero tu cuerpo lo va a agradecer.

-No hay una mujer que me llame la atención – le dice casi resignado, no es que quiera hacer un escándalo en ese lugar precisamente -.

-Solucionado – le entrega unas llaves con un número -. Ese es tu privado, allí te estará esperando una chica que se dejará hacer lo que se te dé la gana.

-Tú y yo vamos a hablar seriamente sobre esto mañana…

-O podrías contarme cómo te sientes luego de semejante noche, anda tigre… sin arrepentimientos.

Entre la frustración de llegar a esos extremos y ese calor inmenso que se lo está devorando, camina a los privados, sin saber que todo cambiará aquella noche, porque más que deshonrar la memoria de su mujer, será otra cosa mucho peor que lo agobiará.

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