-Aunque, como usted lo pide a gritos, le daremos una razón para dudar
El muchacho y Eva veían como salía rápidamente del auto y me ponía a unos escasos metros de aquel tipo, con una actitud que denotaba un odio impronunciable, al mismo tiempo que mostraba una mirada altiva y orgullosa, como si supiera lo que va a ocurrir y se vanagloriara con ello
-No Andrés, no hagas una estupidez, por favor- decía Eva muy desesperada
-Ya es tarde querida, además Andrés ya no está aquí, es mi oportunidad para poder escapar definitivamente de aquíEl hombre miraba con incredulidad aquel cambio de situación, aunque no vacilaba en querer hacerme daño con aquel fierro oxidado