Se besaban, apasionadamente, en la ducha, aplacando el fuego que irradiaba de ella, cada vez que él se aferraba a su cuerpo. El agua helada se evaporaba al caer sobre su piel, mientras se aferraba a aquel beso, y él la apretaba contra él, aferrándose a sus nalgas, incapaz de dejarla ir.
Se echó hacia atrás, con rapidez, tan pronto como el vestido de ella prendía en llamas, y ni siquiera el agua podía sofocarlo. Sonrió, divertida, al ver su cara de incredulidad, cuando se quedó completamente desnuda, y volvió a ser cubierta por el agua fría, volviendo a evaporar esta. Se aferró a su cuello, y volvió a besarle, desnudándole con rapidez, haciendo que fuese difícil pues sus ropas estaban húmedas.