—Buen día jefe. No hay rastro del joven…, de la sabandija —expuso Johnson con respeto y cuidado.
—¿Hicieron lo que les pedí?
—Así es.
—No quedó nada de ese viejo y anticuado Bar —añadió Brown, intentando complacer a Mackenzie.
—¿Y no apareció? —cuestionó mirándolos a los ojos, inspirándoles temor.
Ellos se miraron cual cómplices y respondieron firmemente—: No.
—Bien, sé que lo hará. Retírense y esperen instrucciones.
Ya en su auto, concluyeron que era mejor mantener la verdad para sí mismos, después de todo, lo habían visto arribar al lugar, no iba solo, y cuando intentaron seguirlos, terminaron por perderse entre las viejas y peligrosas calles.
Suerte o destino, nadie logró ponerse de acuerdo en cuál de las dos, hab&