Dos años atrás
Enrique Sandoval
Acomodé mi cabeza y sentí mucha suavidad; era la mejor almohada que había tenido. Abrí mis ojos, la luz ingresaba por las ventanas… ¿Estoy en la habitación? ¡Mierda! ¿Qué hice ayer? Dante nos pidió no beber por los menores… Sin embargo, no era amigo del trago… ¡Puta mierda!, no recuerdo nada… —piensa Enrique—. Salimos de la mansión… Tomé a Melisa de la mano e ingresamos al bus…
Me senté en la cama; al mirarme, estaba desnudo, con un preservativo en la verga, aún lleno de mi esperma. ¡Mierda! ¿Con quién…? Al mirar hacia la cama, el cuerpo desnudo de Melisa reposaba sobre las sábanas y mi cabeza había amanecido sobre su increíble y preciosa retaguardia.
—¡Mierda! —grité, saliendo de la cama.
Era cierto que deseaba acostarme con ella, pero no recuerdo nada. Me agarré la cabeza. Melisa se removió en la cama y al abrir los ojos casi se le salen. También salió despavorida y con la sábana cubriendo su pequeño cuerpo.
—¿Abusaste de mí?
—¡¿Te estás escuchando?!