Álvaro sacó su teléfono, lo pensó, pero al final no marcó.
Le ordenó al chofer:
—Vámonos.
El chofer sabía que estaba de mal humor, asintió y justo cuando iba a encender el auto, del apartamento salieron una figura grande y una pequeña, no eran otros sino Susana y Jazmín.
Jazmín tenía clases, mañana tenía una manualidad y le faltaban materiales. Susana la llevaba a comprarlos.
La pequeña tenía el cabello recogido en dos colitas, iba de la mano de su mamá dando saltitos al caminar. Era evidente que estaba muy bien cuidada, y además era hermosa y dulce.
Álvaro no pudo evitar pensar en su hijo de diez años, cuatro años mayor que Jazmín. Si hubieran crecido juntos, qué bueno habría sido.
Él veía a Susana, pero Susana no lo podía ver.
Su rostro estaba muy sereno, no se veía para nada como alguien abandonada, su actitud incluso era relajada. Esto molestaba y atraía a Álvaro a la vez. Alzó la barbilla:
—Síguelas.
En un momento, el auto negro se detuvo al lado de Susana. El chofer bajó voluntar