Capítulo 279
Esa noche, regresaron a la mansión.

El Año Nuevo llenaba Palmas Doradas de una animación especial.

En el automóvil, los dos niños charlaban animadamente mientras los adultos, sentados al otro lado, contemplaban las luces de la ciudad, cada uno sumido en sus propios pensamientos.

La mano de Damián buscó silenciosamente la de Aitana, quien no la apartó.

Al llegar a casa, la parlanchina Elia dormía profundamente, incluso con un hilillo de saliva.

Mateo también dormía, balbuceando palabras dulces en sueños.

Damián cargó a los niños uno por uno hasta arriba. Aitana, pensando que era demasiado esfuerzo, quiso llamar al chofer para que ayudara, pero Damián se negó. La miró con ojos profundos:

— Los niños crecen rápido, pronto no podré cargarlos. Quiero aprovechar mientras pueda.

Aitana sonrió levemente, sin insistir más.

En el silencio de la noche, Damián subió las escaleras con los niños en brazos. La luz amarillenta iluminaba su rostro, revelando una mezcla de ternura y melancolía. No podía
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