Episodio 6

El anciano merma el espacio entre los dos, atrayendo toda la atención, lo recuerdo bien, es el mismo anciano que salvé en el cementerio, parece más repuesto que la última vez que lo vi, cosa que me deja más tranquila, debido al exceso de trabajo, ya no puede preguntar sobre él, deseando que hubieran localizado a su familia, ahora veo que sí lo hicieron.

Laena permanece a mi lado con la boca abierta, nadie aparta la mirada del intercambio que hacemos, pero eso no es todo, al fondo, una presencia casi siniestra se acerca, imponente, poderoso, inalcanzable, las personas incluso se apartan sin que él lo pida, como el mar a Moisés.

Su nieto, quien al llegar a nosotros, siento cómo me clava su fría y verde mirada, lanzándome filosas y envenenadas dagas al pecho, me recorre de arriba abajo, pero no hay ni una sola piza de empatía, no, hay algo más, odio, repugnancia, destrucción y un aire asesino, él… huele a muerte.

Aparto mi atención de él y me concentro en el anciano, quien toma mis manos entre las suyas y llama la atención de todos.

—¡Escuchen todos, esta señorita tan hermosa, me ha salvado la vida! —exclama con el pecho hinchado de orgullo.

Las exclamaciones de sorpresa no tardan en llegar.

—Me alegra volver a verte, creí que nunca más lo haría, te debo la vida —dice con ternura el anciano.

—Abuelo… —habla la pelirroja.

La mirada del viejo Sebastián, se ancla en ella solo para que sus ojos se oscurezcan.

—Márchate, antes de que me arrepienta de no llamar a seguridad.

Silencio, es todo lo que escucho, las mejillas me arden, estoy segura de que incluso se han teñido de un rojo escandaloso, o al menos eso es lo que me dice mi hermana Polly cada que me pasa algo como esto. Entonces, el nieto del anciano, se acerca.

—Te presento a mi salvadora —agrega el viejo.

Me pierdo por un segundo, en el salvajismo de su mirada. Ladea la cabeza como si estuviera estudiando cada uno de mis movimientos, por educación, estira la mano en mi dirección en señal de saludo.

—Así que tú eres Holly Prince —su voz tiene una nota cruel con cada palabra.

Estrecho su mano.

—Por fin nos conocemos —ajusta su agarre en mi mano, apretando con fuerza—. Soy Asher Van Doren, y muchos me conocen como su peor pesadilla, Holly Prince.

Puede que sea solo mi imaginación, pero juraría que me acaba de amenazar.

Un cosquilleo recorre mi espina dorsal, por alguna extraña razón, sus palabras me sientan como golpe en el estómago. Apago a todos a mi alrededor para concentrarme solo en Asher Van Doren, quien al parecer hace lo mismo, ya que no me suelta la mano, al contrario, su agarre es sólido, fuerte, hasta cierto punto, brutal. 

—Esto es el mejor regalo de cumpleaños —la voz de Sebastián me obliga a romper el contacto con él, su nieto tarda un par de segundos más en soltarme. 

Cuando lo hace, recuerdo las palabras de Leona, debo desaparecer de su radar, ella permanece a mi lado, saludando con gestos llenos de vergüenza y sumisión. No veo rastro alguno de la chica imprudente que se ha propuesto ser desde que llegamos. 

—¿Cómo es que te llamas, querida? Siento que sea grosero, pero a mi edad, uno olvida ciertas cosas —el viejo Sebastián me mira con devoción. 

Me remuevo incómoda dentro de mi propio eje. 

—Holly Prince —respondo.

—Bien, Holly Prince, me parece que te debo la vida, algo que ni con todo el dinero del mundo podría pagarte. 

Intento seguir el hilo de sus palabras, pero me cuesta trabajo cuando de soslayo no dejo de darme cuenta de que Asher, no me quita los ojos de encima.

—No fue nada, señor Van Doren, al contrario, me alegra saber que se encuentra bien —esbozo una sonrisa sincera.

—Tonterías, te debo mucho. 

—Siento la tardanza.

Doy un respingo mientras Leana envuelve su brazo en el mío. Enfoco a un hombre que no debe ser muy mayor, tal vez ronda los cuarenta y tantos, casi cincuenta. Alto, delgado pero se nota que debajo del traje Armani, hay músculos, rubio, tez clara y ojos igual de verdes que los del nieto de Sebastián. De hecho, se parecen bastante. 

—Me alegra que hayas llegado a tiempo, hijo —habla el anciano—. Quiero presentarte a la mujer que me ha salvado la vida, sin siquiera saber quién era yo. 

Así que es su padre, el hombre me observa y me regala una sonrisa de media luna. 

—Un placer, señorita… 

—Prince —estrecho su mano de vuelta—. Holly Prince. 

—Encantado de conocerte, soy Logan Van Doren —asiente y me suelta—. Mi padre ha estado hablando mucho de ti, eres su heroína, pensé que nunca te encontraríamos. 

Abro la boca para decir algo, no obstante, soy interrumpida por la voz astillada de Asher. 

—Parece ser que el mundo es demasiado pequeño, padre. 

—Como sea —el anciano vuelve a tomar mis manos entre las suyas—. Quiero pagarte por lo que hiciste. 

Niego con la cabeza. 

—No es necesario, yo… 

—¡Tonterías, te daré dos millones de dólares! —bufa—. Dinero es lo que me sobra, y quiero que… 

—Abuelo —lo interrumpe Asher—. Me parece que esto es algo exagerado, si me permites… 

—Para nada —el anciano ajusta su agarre contra mis manos—. Querida, mis agentes me informaron todo, pagaste mi estancia y los medicamentos que son muy costosos, sin saber quién era yo, es muy raro que conozca a alguien que no me ayude por dinero, así que estoy feliz de poder devolverte el favor. 

Todo parece un sueño, ¿Dos millones de dólares? Incluso aunque me hiciera falta el dinero, me parece que es demasiado exagerado. 

—Logan —le llama a su hijo—. Habla con mi asistente bancario, se encargará de hacer la transacción. 

—No es necesario que lo haga… 

—Tonterías, es gracias a ti que puedo celebrar mi cumpleaños. 

Los murmullos a nuestro alrededor no tardan en llegar a mis oídos, es normal, ni siquiera yo me creo que esté pasando esto, Logan Van Doren me pide que lo acompañe, y sin más, camino con Laena, a quien no he soltado, vamos a su despacho y me pide mis datos bancarios, luego de que se los doy, me llega jna notificación del banco. 

—No puede ser —susurro al ver la cantidad que me ha llegado. 

—Mi padre es un hombre generoso, pero en algo tiene razón, señorita Prince, usted le ha salvado la vida, es mejor que volvamos. 

Mientras regresamos, Laena me da un ligero codazo en las costillas. 

—No puedo creer que te haya pasado esto —desciende la mirada hacia mi vestido—. Esa arpía ha arruinado el hermoso vestido. 

—No pasa nada, no se nota mucho. 

Para cuando volvemos, no tengo mucho ánimo de sentarme en la misma mesa de banquete de Sebastián Van Doren, ya que su sobrino parece seguir discutiendo con él, pero esta vez en un tono más bajo, mientras que no veo a su lado a la pelirroja. 

—Ya te dije que ella no es bienvenida aquí —carraspea el anciano. 

—Pues tendrán que acostumbrarse todos —el señor Asher bebe un trago. 

La expresión amarga del anciano cambia radicalmente al verme. 

—Querida, toma asiento a mi lado —me indica la silla vacía a su lado—. Sabes, siempre quise una hija o una nieta, pero al parecer, la maldición de los Van Doren, es tener puros varones. 

No hago ningún comentario. Pero me doy cuenta de que su nieto no le quita los ojos asesinos de encima. 

—Sabes, eres una chica hermosa, buena persona, eso se nota a distancia… 

Los meseros sirven una sopa que parece demasiado elegante y no puedo evitar pensar en cuánto costaría imitarla con los pocos ingredientes que tengo a disposición en el supermercado. La pruebo mientras el anciano sigue hablando. 

—Eres la clase de mujer que mi nieto debería conseguir —finaliza riendo con amabilidad. 

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