El imponente mafioso Jael Luna, vestido de traje como casi siempre, bajó de su Anston Martín, como se sabía en la organización, el Boss al que apodaban sangre de hierro, era despiadado, muy cruel con sus enemigos, no les tenía piedad alguna, sabía que era necesario pues era él o ellos o la vida de sus seres queridos
Pero Jael era sádico, disfrutaba las torturas y matar a sus enemigos jurados, le gustaba estar en medio de la acción, ahora que le había embarazado a su querida Jade, estaba como perro rabioso, quería ponerle las manos encima a ese infeliz
Mariela lo vió llegar, el semblante de su marido no era el semblante amoroso que le daba cuando llegaba a casa, sus ojos verdes estaban ennegrecidos por la rabia, no iba a dejar pasar ésto tan fácilmente
Mariela, Jade, Joana y por supuesto, Gabrielle, estaban en la sala de estar esperándolo, la esposa sabía que su marido venía con la espada en la mano, Jael sin saludar siquiera exigió una explicación
— No sé siquiera por dónde empezar