Cuando llegaron a la ladera de la montaña, un grupo se acercó a toda prisa.
El que iba a la cabeza era un hombre de mediana edad que aparentaba unos cuarenta años. Era un hombre corpulento con la piel ligeramente bronceada y vestía una túnica azul.
“¿Qué lo trae por aquí, Señor Henrik?”.
Con expresión seria, Henrik respondió: “¿Cuál es el problema? ¿Está mal que esté aquí?”.
“N-No, no me refería a eso. Quería preguntarle por qué no me avisó de antemano para que pudiera hacer los preparativos para darle la bienvenida con antelación”.
Henrik agitó despreocupadamente la mano al decir: “No es necesario. Estoy aquí con mi amigo. Ha venido personalmente a atenderte, Yalerad. Deberías sentirte honrado. ¿Qué haces ahí parado? Date prisa y saluda al Señor Caden”.
La persona que se les acercó era el dueño de la Mansión de la Cueva Tres Estrellas, Yalerad.
Yalerad miró a James y no se atrevió a pasar por alto su presencia. Hizo una leve reverencia y le dio la bienvenida con los brazos ex