El Frágil Hilo del Amor
El Frágil Hilo del Amor
Por: Karen León
Capítulo 1
Me froté el estómago, aún sentía un dolor horrible tras ese aborto sufrido.

Me sentía pésima y mi estado de ánimo estaba muy decaído, pero a la vez me sentía tan aliviada,, en verdad no era el momento adecuado para que llegara.

Sufriendo tanto el dolor emocional como el físico, no pude evitar volver a mirar el video que Isabela había publicado.

En el video, su cachetes se le veían rojos y ojos grandes y contentos, tenían un brillo propio de alguien ilusionada y llenos de ternura.

Debajo del video, ya había muchos amigos comentando.

— ¡Demasiado explicito! ¡mucha lengua!

— ¡Jajaja! ¡Santiago es un caso! ¡Qué rico se ven esos besos de Santiago!

— Como siempre se dice, ¿quién necesita una esposa cuando hay mujeres fuera tantas mamacitas...?

Estaba devastada, cada comentario me dolía en gran manera, pero por alguna razón no podía parar de leerlos; como si quisiera que eso acabara conmigo y mi ya por el piso autoestima.

Un minuto después el video termino y Santiago e Isabela finalmente se separaron a regañadientes.

Este se cortó de manera abrupta.

Frente a los comentarios burlones de sus amigos, Isabela respondió selectivamente a algunos.

— ¡No digan cosas raras! ¡No tengo nada con Santiago! ¡Somos solo amigos!

— ¡Si siguen hablando así, la gorda se va a enojar!

Y pues la gorda a la que se referían, era yo.

Cuando era pequeña, debido a una enfermedad hereditaria, tomé hormonas y debido a una mala alimentación llegué a pesar 93 kg, pero ahora mantengo un peso que oscila entre 40-45 kg.

Y pues a decir verdad soy más delgada que Isabela, pero ella nunca me perdonaría un mínimo error.

Aunque, ella aún insiste en llamarme "gorda", especialmente cuando Santiago está cerca, supongo que es su forma de humillarme, ni siquiera durante mi embarazo pudo respetarme.

Me sentía super mal y con mi corazón acongojado, me costaba hasta respirar de tan mal que me sentía.

espero no era de extrañarse que Santiago, quien no había estado en contacto con sus antiguos compañeros durante ya varios años, haya asistido a una boda. Él canceló una colaboración importante del trabajo que tenía hoy para ser el padrino de bodas.

Al principio pensé de muy boba que era porque en serio tenía una buena relación con ellos.

Pero ahora entendí que la verdadera razón era que su lucecita, Isabela, era la dama de honor.

Me di cuenta de que siempre había sido la más pendeja de todas, y que siempre fui solo una opción.

Estaba cansada de los maltratos y de que la persona que yo había escogido para compartir mi vida no solo no le importara los malos tratos hacia mí, sino que los segundara, eso era demasiado. Ya había sido suficiente.

Pero ahora sabía que la relación ya no tenía sentido, por lo tanto yo ya estaba decidida a ponerle un fin.

Por la noche, Santiago regresó oliendo a alcohol como siempre, y peor y para colmo de males, a un perfume de durazno propio de una mujer y con varias sutiles marcas de pintalabios en su camisa blanca.

Llamó mi nombre varias veces, pero yo seguía acostada sin moverme, haciéndome disque la dormida.

Santiago se recostó en mi pecho, como queriendo agradarme, y se disculpó.

— Cariñito, solo estaba con Isabela hoy porque soy el padrino, ella es la dama de honor, ¡entiéndeme por favor!

¿En serio no tenía otra opción?

Claramente no vi en sus ojos la alegría de verme, porque durante ese beso apasionado cerró los ojos como nunca hizo conmigo, entonces entendí la pasión de Santiago al besar a Isabela.

Viendo que no le respondía, Santiago frotó su cabeza contra mi pecho.

— Cariñito, ¡ya perdóname, por favor!

En el pasado, con solo ver a Santiago en esa postura, toda mi ira desaparecía al instante

Pero ahora, al pensar en cómo se besaba con Isabela, sentí un profundo asco.

Aparté su cabeza y me moví al otro lado de la cama.

Al sentir mi rechazo, Santiago se puso furioso y avergonzado.

— Valentina, ¡ya te pedí perdón carajos, ¿qué más coños quieres que haga?!

— En la boda, ¡todos solo estábamos pasándola bien entre amigos y divirtiéndonos, tú eres la única que lo tomas en serio! ¡Fui el padrino todo el día y ya estoy cansado, ¿puedes dejar de hacer estas rabietas?!

— ¿Acaso no puedes ser como Isabela y ser un poco más comprensiva?

— Y, además, ¡ya estamos casados, ¿qué más pues te molesta?!

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