Preston y Lindsey asintieron con Darryl. Las Seis Doncellas Espadachinas, en cambio, estaban preocupadas.
“Alora”. La más joven de ellas, Vicki, se mordió los labios y susurró: “¿Qué debemos hacer?”. Ellas no eran las verdaderas esposas de Darryl, así que no podían seguirlo hasta la División del Yang Puro.
Alora frunció el ceño y contestó: “No entren en pánico. Veamos qué pasa”.
“Hola, mis esposas”. Darryl estaba sentado en la hierba y miraba a Alora y a sus hermanas. “He estado corriendo por todas partes en la ciudad subterránea. Mi cuerpo está agotado. ¿Por qué no vienen y me dan un masaje? Esposa mayor, puedes masajearme el hombro. Segunda Esposa, puedes masajearme las piernas, y Tercera Esposa, puedes masajearme la espalda”. Su rostro lucía muy relajado.
Preston y Lindsey también parecían normales. Les parecía natural que las esposas masajearan a sus maridos y no consideraban absurda la petición de Darryl.
Sin embargo, eso era lo que pensaba las Seis Doncellas Espadachinas. Su