Nueva York, Estados Unidos.
Richmond y Waters escucharon con atención las palabras de Collins acerca del desenlace de los sucesos del día. Richmond no pudo disimular su molestia y enojo, pues sus planes parecían deshacerse tan rápidamente como se escurre el agua entre los dedos. Waters, en cambio, parecía inmutable. Más bien, tranquilo.
−Fidelis superior, no tengo palabras para expresarle mi vergüenza por...
−No se moleste en excusarse, fidelis Richmond −le interrumpió el anciano−, a veces las cosas no terminan como las queremos. Fue arrogante de nuestra parte subestimar la capacidad de las fuerzas de inteligencia de nuestro país, y los recursos con los que cuentan. Además, puede que esta primera parte del plan no se haya desarrollado de la mejor manera, tal vez fue un poco... improvisado.
−¿Primera pa