Veo como se aleja sin darme otra mirada y es cuando mi corazón comienza a latir de manera desesperada.
No deseo que se aleje, no de nuevo.
- ¡Alessia! – le grito con evidente desesperación en mi voz y veo como ella se detiene pero no se gira para verme, simplemente mueve su rostro y me da una mirada por sobre su hombro.
- ¿Necesitas algo más? – pregunta y yo niego con la cabeza.
Las palabras que quiero decirle están en la punta de mi lengua y aunque deseo cobrar la valentía que siempre me ha caracterizado, ahora mismo, parezco un cordero a punto de ser llevado al matadero.
¡Compórtate maldita sea!
Me regaño mentalmente, para ver si de esa manera dejo de ser tan soberanamente estúpido y lanzo la pregunta que quiero hacerle.
Veo como retoma su camino al darse cuenta de que no preguntare nada y de pronto mi voz salta en la habitación retumbando en cada una de sus paredes como un grito de agonía doloroso.
- ¿Por qué estabas aquí? – suelto aquellas palabras, sobe aquella pregunta que tengo