El inicio de una historia: quinta parte.

La expectación colmaba la atmósfera mientras todos los presentes en la estancia clavaban sus miradas en la figura de la santa, ansiosos por descubrir la idea que había estado gestando en su mente durante tanto tiempo. La estancia resonaba con un silencio tenso que solo se quebró cuando la santa finalmente tomó la palabra.

– Marck regresará al imperio – anunció con determinación.

No obstante, la noticia no fue recibida sin cuestionamientos. El joven príncipe, con una mezcla de sorpresa y aprensión, elevó su voz en protesta. Sus ojos reflejaban una mezcla de incertidumbre y preocupación mientras preguntaba con franqueza – ¿Ese es el plan? ¿Debo regresar al imperio sin nada? ¿Ha considerado cómo me recibirán?

La preocupación en su rostro era palpable, y cada palabra que pronunciaba estaba cargada de la incertidumbre que sentía. El silencio se prolongó mientras todos esperaban la respuesta de la santa, conscientes de que la situación planteaba un desafío muy grande.

La figura de la santa se alzó desde el frío suelo de la celda. En este sombrío lugar, cada movimiento de la santa parecía estar imbuido de una determinación que irradiaba luz en medio de las sombras, sus pasos resonaron con delicadeza, aunque con firmeza mientras se acercaba lentamente a las rejas que constituían su única conexión con el mundo exterior.

La mirada penetrante de la santa se posó en uno de los guardias de la prisión. Con un gesto decidido, extendió su mano hacia él, dejando en claro su deseo de que le entregara la lanza. A pesar de su estatus como santa, la solicitud era aparentemente irracional, ya que, en última instancia, seguía siendo una prisionera.

La atmósfera en la celda se volvió aún más tensa cuando la santa hizo su petición. Sin embargo, para sorpresa de todos los presentes, Maximiliano, con un simple gesto de su mano derecha, indicó al guardia a su lado que cumpliera con el pedido de la santa.

El guardia, dubitativo pero obediente a pesar de sus dudas, el guardia no pudo resistirse a la orden que se le había dado, y con una expresión vacilante, entregó la lanza a la santa. El objeto relució a la tenue luz que se filtraba por las rendijas de las ventanas, creando un efecto hipnótico en la habitación, como si el tiempo se hubiera detenido durante un instante. El gesto de Maximiliano, su confianza en la santa, había dado un giro intrigante a la situación, dejando a todos los presentes en la celda con la sensación de que algo trascendental estaba a punto de suceder.

La atmósfera en la celda se cargó de una expectación palpable mientras la santa recibía el objeto.

Con la lanza en sus manos, Eleanor cerró los ojos y se sumió en una profunda concentración. En ese instante, la habitación pareció cobrar vida, inundándose de una luminosidad divina que parecía desafiar la oscuridad que reinaba en la prisión. El poder sagrado emanaba de la santa, envolviendo el objeto como un manto protector hasta que, gradualmente, la lanza se transformó por completo, convirtiéndose en un símbolo de pureza y poder.

La luz que había inundado la celda comenzó a desvanecerse lentamente, dejando en su estela una sensación de asombro en todos los presentes. Eleanor, con la lanza transformada, se volvió hacia Marck, sosteniéndola en alto con reverencia. El joven príncipe, aún lleno de dudas, extendió la mano y aceptó la lanza. Extrañamente, al sostenerla, experimentó una oleada de sensaciones reconfortantes que lo recorrieron de arriba a abajo, como si el objeto le estuviera brindando una especie de beneficio misterioso y poderoso.

La habitación quedó sumida en un silencio solemne, mientras todos absorbían el giro de los acontecimientos. La lanza, imbuida del poder de Eleanor, había establecido un vínculo especial con Marck, creando un enigma en el que la magia y la fe se entrelazaban de manera indescifrable.

La santa, con solemnidad en su voz, declaró – Llevarás este objeto contigo como prueba de que eres mi legítimo representante.

El joven príncipe, con determinación y un atisbo de sorpresa en su rostro, sostuvo con firmeza el objeto recién transformado. La sensación de tener en sus manos algo imbuido con poder sagrado era abrumadora. Estos objetos eran raros, contados prácticamente con los dedos de una mano en todo el reino, y ahora él era el afortunado portador de uno de ellos. Eso, sin duda, conferiría un peso adicional a sus palabras y a su posición como representante de la santa.

No obstante, en medio de la emoción, una sombra de duda nubló su expresión. Miró fijamente la lanza transformada y se preguntó en voz alta – ¿Qué es lo que debería decir? – Sus palabras resonaron en la celda, llenas de la incertidumbre y la presión de la responsabilidad que acababa de aceptar. La pregunta era pertinente, ya que, a pesar de poseer un objeto tan poderoso, el joven príncipe sabía que las palabras que escogería serían cruciales. Debía decidir cuál sería el mensaje que llevaría consigo, el mensaje que debía entregar al imperio en representación de la santa.

– Deberías presentarte ante el emperador – comenzó, su voz resonando con convicción – Y, si es posible, asegúrate de que haya numerosos testigos. Lleva contigo esta lanza, una prueba de la autenticidad de tu misión. Explica que la santa te ha encomendado la tarea de encontrar a los verdaderos culpables y pide la colaboración del imperio. Nuestro propósito es limpiar el nombre del reino demoníaco, mejorar nuestra reputación y descubrir la verdad detrás de los eventos recientes. Esa es la idea, pero cómo lo expreses dependerá de ti.

Marck se encontraba en un dilema que parecía más grande que su propia estatura. Había aceptado el papel de representante de la santa, una posición que en un abrir y cerrar de ojos, lo había catapultado a un estatus que ni en sus sueños más descabellados había imaginado.

La conversación que había sostenido con la santa aún revoloteaba en su mente. Había sido clara, volvería al imperio. Las razones detrás de esa decisión eran un misterio para él y se sentía impotente frente a lo que percibía como un distanciamiento inexplicable de la santa hacia el imperio. En su interior, Marck esperaba que con el tiempo, la santa regresara a donde verdaderamente pertenecía.

Sin embargo, en ese momento, se veía atrapado entre el deber que le había sido encomendado y sus pensamientos no expresados. Sabía que debía actuar con valentía y determinación como el representante de la santa, pero también entendía que la validez de su posición dependía de que la santa lo respaldara en persona. En su mente, el tiempo apremiaba y el Imperio necesitaba respuestas.

– Santa Eleanor, ¿no planea regresar al imperio? – preguntó Maximiliano con una sincera búsqueda de comprensión. Las palabras salieron de sus labios como un susurro en el confinamiento de la celda.

Eleanor, con su mirada fija en el horizonte más allá de las rejas de la celda, tomó un momento para reflexionar antes de responder – Aún no – murmuró con calma – Pensé que esta situación podría ser una buena oportunidad.

La respuesta dejó a Maximiliano con una mirada interrogante – ¿Oportunidad? ¿Para qué? – preguntó con verdadera intriga. La incertidumbre que rondaba la mente del duque era palpable, y se preguntaba si sería prudente confiar en la santa, cuyas acciones y motivaciones parecían envueltas en una neblina de enigma.

– Para quitarle el estigma al reino demonio como causa de todos los problemas – anunció con determinación. La propuesta era audaz y provocadora, y tenía el potencial de cambiar la percepción del reino demoníaco ante los humanos.

Maximiliano, mirando a Eleanor con escepticismo, se tomó un momento antes de responder – ¿Realmente le preocupa eso? – preguntó con incredulidad. La oferta que se le presentaba parecía demasiado buena para ser verdad, y comenzó a pensar en las posibles implicaciones. En su experiencia, rara vez había un almuerzo gratis en este mundo – ¿Por qué te preocuparía nuestra relación con el imperio? Después de todo, han sido cientos de años de malas relaciones con nuestros vecinos.

El duque cuestionó con razón la verdadera intención detrás de las palabras de la santa. Las décadas de hostilidad y desconfianza entre el reino demoníaco y el imperio habían dejado cicatrices profundas y una reconciliación parecía un objetivo casi inalcanzable.

En medio de la atmósfera tensa de la celda, Eleanor no se inmutó ante las dudas que cernían sobre sus intenciones. De hecho, habría considerado sospechoso si los demás no se cuestionaran el "por qué" de su propuesta. Era su deseo, después de todo aclarar cualquier incertidumbre que se interpusiera en su camino.

Todos los presentes, expectantes aguardaban en silencio sus miradas centradas en Eleanor mientras anticipaban su respuesta. La santa eligió sus palabras con cuidado antes de hablar – Creo que es porque me ustedes me agradan ustedes – dijo con sinceridad. Era un reconocimiento inusual, un gesto que revelaba su propia sorpresa ante el cálido vínculo que estaba forjando con los demonios. Era la primera vez que tenía un contacto tan directo con esta raza que durante tanto tiempo había sido estigmatizada. Había oído hablar de ellos en términos desagradables y oscuros, como criaturas malignas e inhumanas. Sin embargo, ahora que tenía la oportunidad de tratar con ellos de manera directa, sentía que había más en esta raza de lo que las historias y prejuicios habían hecho parecer. Un atisbo de simpatía y apertura había nacido en su corazón, y comprendía que debía abrazar a los demonios más allá de lo que tal vez había hecho con los humanos.

La respuesta de la santa dejó a todos los presentes absolutamente estupefactos. Las miradas atónitas y perplejas se cruzaron en la celda, y el silencio que siguió parecía cargar el aire de un asombro colectivo. Era un acto de generosidad que desafiaba toda lógica; después de todo, ninguna norma convencional sugería que debieras ofrecer ayuda incondicional a alguien tan pronto lo conocieras.

Maximiliano, en particular, experimentó una mezcla de incredulidad y curiosidad. La idea de que la santa extendiera su benevolencia hacia una raza que no era la suya, los demonios, era un concepto sorprendente. Él, como muchos otros había aprendido que las santas del imperio humano eran portadoras de una característica especial: una ausencia de sentimientos negativos, lo que las convertía en faros de bondad y compasión.

Mientras procesaba esta revelación, Maximiliano se dio cuenta de que, en este contexto inusual, debía prestar una atención especial a Eleanor. El duque, con su mirada aguda y su mente inquisitiva, reconoció que había mucho más por descubrir sobre la santa y sus intenciones. Principio del formulario

El sol comenzaba a descender en el horizonte cuando el príncipe, con la lanza transformada en sus manos, se dispuso a emprender el camino de regreso hacia el imperio. A su lado, un grupo de guardias se preparaba para escoltarlo hasta la mitad del trayecto, asegurando así su partida en condiciones seguras. El rostro del príncipe reflejaba una mezcla de determinación y preocupación, consciente de la responsabilidad que llevaba sobre sus hombros.

Mientras tanto, Maximiliano, el duque de la corte demoníaca, se preparaba para partir junto a la santa en dirección a la capital del reino demonio. Era un viaje que, aunque lleno de incertidumbre, se percibía como una oportunidad para cambiar el rumbo de los acontecimientos.

Salvo de sus pensamientos, Eleanor centró su atención en el duque. Su mirada se posó en él, revelando un rastro de inquietud y expectación. La partida del príncipe marcaba el comienzo de una serie de eventos que podrían tener un impacto significativo en el futuro de ambos reinos, y la carga de esa responsabilidad pesaba en los hombros de la santa y el duque. Con la perspectiva del viaje que se avecinaba y la incertidumbre que yacía en el horizonte, Eleanor y Maximiliano compartieron un momento de silencio antes de que el viaje a la capital del reino demonio comenzara.

………………

En ese preciso momento, Eleanor y el señor Maximiliano se encontraban cómodamente acomodados en un lujoso carruaje, emprendiendo un viaje hacia la capital del reino demoniaco. La elegante estructura del carruaje estaba adornada con intrincados diseños, que parecían danzar a la luz tenue de las antorchas que iluminaban el interior. Aunque fuera de la ventana la noche se cernía oscura y misteriosa, dentro del carruaje reinaba una atmósfera cálida y acogedora.

El suave traqueteo de las ruedas sobre el camino empedrado marcaba el ritmo de su viaje, creando una sensación de serenidad que contrastaba con la inusual misión que habían emprendido. Maximiliano, con su figura imponente y su mirada penetrante rompía el silencio de vez en cuando con relatos fascinantes sobre el reino demoníaco.

Eleanor escuchaba con atención, sintiéndose cada vez más intrigada por la cultura demoníaca. Mientras los paisajes pasaban velozmente ante ellos, el señor Maximiliano le reveló un detalle que hasta entonces había permanecido oculto en la sombra. Ahora sabía que él era nada menos que el hermano mayor del rey demonio, lo que le otorgaba el título de duque. Esta revelación arrojó una nueva luz sobre la relación entre ambos y le hizo comprender la magnitud de la tarea que habían asumido.

La sorpresa se reflejó en los ojos de Eleanor mientras asimilaba esta información. Descubría que su compañero de viaje no era únicamente un ser de alta alcurnia, sino también un hábil comunicador, cuya elocuencia era una verdadera delicia para los oídos. Comenzaba a comprender que las apariencias podían ser engañosas.

– Permítame preguntar, ¿usted cree que el joven príncipe cumplirá con su deber? – cuestionó Maximiliano, dejando entrever una pizca de incertidumbre en su voz. Eleanor, apreciando la sinceridad de su pregunta, sonrió, consciente de las numerosas posibilidades de contratiempos que acechaban en su misión.

– Claro, después de todo tiene una motivación muy grande y el arma que porta, imbuida con mi poder será suficiente para garantizar que todo vaya de acuerdo a lo planeado – Sus palabras resonaron en la atmósfera del carruaje, mezclándose con el suave traqueteo de las ruedas sobre el camino.

Ella sabía que su decisión de confiar en el joven príncipe estaba fundamentada en su habilidad para discernir la verdadera intención detrás de las palabras y acciones, y en la fuerza de la muestra que había otorgado como prueba de su compromiso. Su apuesta en ese momento, al igual que ahora estaba respaldada por la confianza en su propio poder.

Maximiliano, siempre intrigado por las motivaciones del joven príncipe, no pudo evitar cuestionar – ¿Motivación? –  preguntó con una expresión curiosa, buscando entender más sobre el príncipe y lo que lo impulsaba.

Eleanor, con su mirada perdida en el horizonte, sonrió ligeramente antes de responder – Ese joven está enamorado. Quiere obtener poder para estar con su amada – reveló con compasión en su voz – Estoy segura de que hará todo lo que esté a su alcance para hacer las cosas bien y estar con su ella – agregó con un tono de aprecio y simpatía. A pesar de la distancia y las diferencias, ella no podía evitar desearle suerte y felicidad en su empresa y en su vida.

Maximiliano reflexionó sobre las palabras de la santa y la revelación de que el príncipe estaba impulsado por el amor había arrojado luz sobre las razones detrás de su determinación. El duque, lejos de juzgar al joven, entendía que los sentimientos en la juventud podían ser intensos y apasionados, llevando a actos impulsivos y valientes.

Decidió dejar el tema por el momento, sabiendo que la conversación podía cambiar de rumbo. En cambio, optó por una pregunta que había estado rondando su mente – Santa Eleanor, hasta este momento, ¿qué le ha parecido de nuestro reino? – cuestionó, interesado en conocer la impresión que la santa había forjado sobre el reino demoníaco.

Eleanor, mientras contemplaba el paisaje que se desplegaba a través de la ventana del carruaje, trató de encontrar las palabras adecuadas para describir sus impresiones – Honestamente, me parece... ¿exótico? –  Empezó, sus ojos centelleando con curiosidad y asombro – No estoy segura de cómo describirlo por completo. Esta es la primera vez que dejo el Imperio y la primera vez que tengo veo a otras razas. Es algo sorprendente – confesó, revelando el asombro que llenaba su voz.

A pesar de su aparente calma, Eleanor no pudo evitar mirar de reojo para asegurarse de que nadie desde el exterior del carruaje la observara. Sus ojos habían captado la diversidad de razas en su viaje, desde enanos hasta elfos y demonios, junto con otras especies que desconocía por completo. Lo que encontraba más fascinante era la forma en que todas estas razas coexistían en armonía, yendo y viniendo en el mercado, compartiendo la vida cotidiana como si fueran una comunidad unificada.

Las palabras de Eleanor habían despertado la atención de Maximiliano, quien consideró sus observaciones con interés y una sonrisa amable. La idea de que ella experimentara una sensación similar a la de una niña que salía de casa por primera vez le pareció encantadora – Es algo normal en el reino demonio y en los demás reinos del mundo – dijo él con naturalidad, como si se tratara de la cosa más común y entendible del mundo.

Ella intrigada por esta revelación, fijó su mirada en el duque con una sinceridad palpable – ¿Es verdad eso? – preguntó con una curiosidad genuina. La conversación, impregnada de un sentido de descubrimiento y comprensión mutua, se había convertido en una ventana hacia la diversidad de culturas y razas en el mundo que hasta ahora había permanecido oculta para Eleanor. Principio del formulario

Maximiliano asintió con una sonrisa a las palabras de Eleanor – Sí, tenemos libre comercio con otros reinos, aunque nuestra situación no sea la más ideal –  admitió con honestidad, mostrando un profundo respeto por el liderazgo de su monarca – Puedo decir con sinceridad que nuestro rey hace todo lo posible por su reino – elogió, demostrando su lealtad y aprecio por el manejo de su monarca en tiempos difíciles.

La santa, mientras escuchaba atentamente, se sumió en sus pensamientos. Mientras observaba el paisaje que se desplegaba por la ventana del carruaje, no pudo evitar comparar lo que veía con su experiencia en el Imperio. La diferencia en la dinámica social y política entre ambos reinos era evidente y su mente se llenó de preguntas y reflexiones sobre las complejidades de cada lugar.

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