BIANCA.
Pestañeé varias veces girando mi rostro, para ver cómo sus ojos no quitaban la mirada de mi boca. No era un buen momento para besarlo, y tampoco lo haría por nada del mundo.
En un segundo estaba riéndome como una desquiciada, sí, me estaba burlando de un mafioso que podría hacerme papilla y qué, de hecho, ya había abusado de su poder conmigo cortándome los dedos de los pies. Pero, es que parecía tan idiota proponiéndole eso a la hermana de su esposa.
El punto débil de Giovanni Lobo eran las mujeres.
Y lo usaría en su contra.
—Mira, voy a tutearte &mda