BIANCA.
—¿Bianca? —me ofreció su mano.
Le regalé una sonrisa forzada y dejé que me ayudará a salir.
—¿Sí?
—Puedo ordenar a otra persona que lo haga, a alguna prostituta, aunque corra el riesgo de que no lo haga bien. ¿Estás segura que podrás hacerlo? —preguntó preocupado.
Entrelacé mi