Rosalía vio a Alexandra en ese estado y al instante tuvo que hacer algo ya, no podía quedarse sentada esperando.
Después de mirar a su hijo, tenía que hacer planes para su hijo aunque no pensara en sí misma.
Rosalía marcó inmediatamente un número y ajustó el tono, —Tía Vargas, hay algo que no sé si debo contarte, se trata de Ricardo, trajo a una mujer de Oestelanda.
La señora Vargas al otro lado del teléfono estaba tranquila, —Me he enterado, la otra parte parece ser una joven de la familia de Ciudad Sur, y de buen origen, es digna a mi hijo. También sabes que en la vida amorosa de mi hijo no puedo influir.
Al oír las palabras Buen origen, los ojos de Rosalía se volvieron sombríos y enseguida dijo, —lo sé, pero esa mujer se parece mucho a Magnolia Fernández.
—¿Qué?
Cuando la señora Vargas oyó eso, ni siquiera siguió su tratamiento facial.
Después de sentarse, buscó su teléfono para volver a comprobarlo, —Rosalía, ¿estás segura? Esto no es algo que deba tomarse a la ligera.
—Tía Vargas,