Por un momento, Rosalía pensó que iba a morir.
Gabriel se apresuró a detenerlo, —Riqui, Riqui cálmate.
Ricardo le soltó entonces la mano con cara fría y se marchó, y Rosalía alzó la mano y se cubrió el cuello, tragando aire fresco.
Gabriel suspiró, —Rosalía, sabes que Riqui no puede dejar a Magnolia, ¿por qué dirías algo así a propósito para provocarlo?
Rosalía bajó los párpados, tapando la resignación de sus ojos porque no quería que nadie le arrebatara a Ricardo.
...
Después de que Magnolia regresara a su habitación, miró a su hija dormida y se dirigió en silencio al cuarto de baño para darse una ducha.
Pensó en la escena de hacía un momento en la que Ricardo acababa de acudir al rescate, y unos instantes de sarcasmo brillaron bajo sus ojos, y por un momento, se deslumbró de repente.
Magnolia cerró los ojos y se apoyó en el lavabo mientras una serie de imágenes parecían pasar ante sus ojos: las personas y los edificios que aparecían en ellas le resultaban desconocidos.
Pero uno de lo