Aria lo miró con una sonrisa brillante y le dijo inocentemente: —eres muy simpático.
—¿Por qué te secuestrarían? ¿Qué hace exactamente tu mamá?
Los finos ojos de Ricardo se entrecerraron ligeramente, alguien del Hotel Oestelanda no secuestraría a una niña pequeña sin motivo a menos que hubiera alguna situación.
Aria bajó la cabeza y movió los pies: —No sé por qué me secuestraron.
—¡Di la verdad!
Ricardo sabía que ella intentaba cambiar de tema y habló: —No me gusta la mentira.
Aria contestó: —Pedí al personal del hotel que averiguara en qué habitación se alojaba mi padre, me dijeron que me llevarían a la de mi padre, pero intentaron encerrarme.
Ricardo frunció el ceño: —¿No has venido a ver a tu mamá?
Aria le miró con vergüenza y los ojos llorosos: —siento haber mentido.
Ricardo suspiró en silencio, recordó lo que acababa de decir la niña en el coche sobre que solo tenía madre, y se ablandó de nuevo: —Dame el número de tu mamá.
Sacó su teléfono y también supuso que Aria debía de haber