—¡A ti te estoy golpeando, perra!
Carmen se cubrió la cabeza, gritando en respuesta: —¡No soy Magnolia! ¡Es ella!
—Lo que busco no es a Magnolia, sino a ti, Carmen.
La mujer hablaba mientras golpeaba con furia a Carmen en la cara con un montón de fotos, que caían como copos de nieve al suelo. Las imágenes se enmarcaban en momentos íntimos entre ella y un anciano, desde sentarse en su regazo, hasta besarse, e instantes aún más privados.
Carmen se puso pálida al instante, murmurando: —¡No puede ser... esto no puede ser!
¿Cómo era posible que las fotos estuvieran allí?
Magnolia la miró fríamente y dijo: —Esto es lo que mencioné como evidencia, lástima que no me creyeras esta mañana.
Carmen sintió que su corazón se hundía hasta el fondo y se dejó caer desesperada al suelo.
Ella se acabó, ahora estaba completamente acabada...
¿Cómo era posible? ¿De dónde había sacado Magnolia esas fotos?
Rodrigo sólo les echó un vistazo rápido y se quedó como petrificado en su lugar, como si fuera una esta