Mundo ficciónIniciar sesión
Autor: Sally (KN)
CAPÍTULO 1: BAJO LA LUZ DE LA LUNA DEL DESTINO
El sonido de la lluvia golpeando el tejado de hojalata aquella noche era como el eco de un corazón que se rompe.
La ciudad de Silverpine nunca dormía, pero para Mara Lewis, esta noche marcaba la frontera entre dos vidas.
La sala de inseminación artificial del Centro Biológico Crescent era tan fría que podría haber congelado el miedo mismo. Ella estaba sentada sola en la cama blanca y estéril del hospital, ambas manos aferrando el formulario de consentimiento para la donación de esperma, el documento que determinaría el futuro que una vez creyó poder controlar.
«Garantizamos absoluta confidencialidad para todas las identidades, señora Lewis. Buena suerte».
La voz del doctor fue suave como el viento, antes de que la puerta se cerrara en silencio.
Esa palabra —«confidencialidad»— la perseguía.
Porque a veces, los secretos más profundos son los que deciden nuestro destino.
Mara levantó la mirada hacia el techo fluorescente y crudo. Hace un año, había sido especialista en relaciones públicas de Silverfang Corporation, el imperio farmacéutico más poderoso de Silverpine, donde cada contrato se firmaba con sangre y ambición.
Había amado locamente a Dean Calder, el encantador colega cuya sonrisa podía derretir muros. Hasta el día en que descubrió su traición, no solo a su corazón, sino también a su nombre, que él usó para ocultar un escándalo masivo de datos.
Perdió su trabajo, su reputación y su fe en el amor. Todo lo que quedaba era un único y frágil deseo: convertirse en madre.
Y así llegó aquí, en una noche de tormenta, para empezar de nuevo… sin saber que el destino la esperaba en ese preciso momento.
---
A la misma hora, en el piso más alto de la Torre Silverfang, la fortaleza de acero y sangre.
Ronan Blackwell, heredero del imperio Silverfang, salió de la sala de juntas cerrada, con los ojos fríos como el acero templado. Los hombres más poderosos del mundo financiero acababan de inclinarse ante él: el Alfa del Clan Nightfang, portador de la línea de sangre lobuna más fuerte del Norte.
«Su muestra genética ha sido almacenada de forma segura, señor Blackwell», dijo suavemente su secretaria mientras él se detenía.
Ronan solo asintió. Su voz era baja, ronca y cargada de mando.
«Nadie tiene permiso para tocarla. Los genes del Alfa están destinados únicamente a la próxima generación de mi sangre».
Nadie sabía que Ronan cargaba con una maldición: era incapaz de engendrar un hijo. Entre los lobos, eso era una deshonra. Era frío, despiadado e incapaz de apego… hasta que el destino intervino.
---
Un pequeño error del sistema.
Un único desalineamiento en los datos encriptados de Crescent.
Un intercambio inesperado que nadie notaría.
La muestra etiquetada como «Silver-01», perteneciente a Ronan Blackwell, fue colocada accidentalmente en la lista de donantes anónimos.
Y la destinataria predestinada de ella… era Mara Lewis.
---
Dos meses después.
El cielo de Silverpine ardía con un atardecer carmesí.
Mara salió del hospital, aferrando la primera ecografía de un diminuto punto que palpitaba débilmente en la pantalla, frágil pero decidido.
Rio suavemente, con los ojos brillando con una esperanza que no se había atrevido a sentir en años.
«Hola, pequeño… Mamá promete protegerte, aunque el mundo te vuelva la espalda».
Pero el mundo nunca es tan amable como la promesa de una mujer solitaria.
Esa tarde, un Bentley negro se detuvo junto al bordillo. Un hombre alto bajó: hombros anchos, vestido con un traje negro, ojos del color de nubes de tormenta y sombras.
Mara apenas tuvo tiempo de mirar hacia arriba antes de que su corazón diera un vuelco.
Ronan Blackwell.
Un nombre susurrado en la ciudad, envuelto en miedo y reverencia.
No era solo un multimillonario: era un Alfa, gobernante de un mundo oculto que la humanidad nunca debía conocer.
Su mirada pasó por encima de ella… y por un breve latido, se detuvo.
El aliento de Mara se cortó.
Esa sensación extraña e inexplicable, como si su alma lo hubiera conocido mucho antes de esta vida.
Ronan no dijo nada. Solo asintió y pasó de largo. Pero al hacerlo, el viento se levantó, trayendo el aroma de almizcle salvaje y peligro.
El silencio colgaba espeso en el aire.
«¿Quién era ese?», preguntó la joven enfermera a su lado, con los ojos muy abiertos.
«Ronan Blackwell», susurró Mara, apretando los dedos alrededor de la hoja de la ecografía.
«Es el tipo de destino del que la gente advierte que hay que alejarse».
---
Esa noche, Ronan no pudo dormir.
En sus sueños, oyó un latido… que no era el suyo.
Suave. Cálido. Un pequeño ritmo palpitando bajo el aullido de un lobo lejano.
«Alfa…»
«Ella lleva tu sangre».
Despertó sobresaltado, con el sudor frío pegado a la espalda.
Una imagen borrosa permaneció: una mujer de cabello castaño oscuro y ojos resueltos bajo la lluvia.
No sabía por qué, pero cada instinto en su sangre susurraba la misma verdad:
*Ella te pertenece*.
---
Tres días después, el caos estalló en la sede de Crescent.
Comenzó una investigación interna cuando una muestra genética de donante había sido utilizada indebidamente.
El informe confidencial decía: «Código Genético Propietario Silver-01. Propietario: Ronan Blackwell».
Al mismo tiempo, Mara recibió una llamada del hospital.
«Señora Lewis, hay un problema con su registro de inseminación. Necesitamos que venga de inmediato para verificar».
Su corazón latía salvajemente mientras conducía, una aprensión inquebrantable oprimiéndola.
Algo irreversible estaba a punto de cambiar.
Y cuando entró en esa oficina… lo vio.
El hombre del traje negro, de pie inmóvil como una sombra tallada en la noche.
Ronan estaba allí, con los ojos fijos en el expediente abierto ante él.
No pudo respirar mientras el doctor hablaba.
«Señor Blackwell, esta es la señora Mara Lewis… la mujer que fue impregnada con su muestra genética».
Un viento frío recorrió la habitación. El tiempo se congeló.
Ronan se volvió hacia ella… y esa mirada bastó para silenciar al mundo.
En ese momento suspendido, entre el destino y la furia, dos almas colisionaron.
«Estás llevando a mi hijo».
Su voz era áspera, cada palabra tensa con poder contenido.
Mara retrocedió, atónita.
«No… debe haber un error. Solo quería un hijo, no…»
«¿No a su padre?», la interrumpió, con los ojos destellando fuego plateado salvaje.
«Desafortunado para ti, señora Lewis… Los Alfas no comparten su sangre sin recuperar todo lo que les pertenece».
La habitación se hundió en un silencio mortal.
Afuera, la lluvia comenzó a caer de nuevo, como si el cielo mismo fuera testigo del encuentro de dos tormentas destinadas.
Aún no lo sabía, pero desde ese momento, su vida había quedado atrapada en una órbita de la que nunca podría escapar.
Y el Alfa del Clan Nightfang acababa de encontrar a la mujer que llevaba su linaje predestinado.
---
«Bajo la luz de la luna, el destino no requiere promesas. Solo sangre… y el vínculo que nunca podrá romperse».







