CAPÍTULO 4: BODA POR OBLIGACIÓN

Théo

—¿No cree que al menos debería verla antes de la boda? —me cuestiona Killian por enésima vez—. La pobre lleva días recorriendo el castillo con la esperanza de toparse con usted.

Ruedo los ojos una vez más. Por supuesto que debería verla, es lo que cualquier idiota con dos dedos de frente haría, pero yo no.

No quiero verla, no quiero tener que toparme con esos ojos verdes y su cabellera rubia, prefiero aguantarme hasta el momento en que revele su rostro cubierto por el velo en el altar; porque, de otro modo, me arrepentiré más rápido de este matrimonio.

—¿Ya para qué? La boda es esta noche.

—Precisamente por eso, mi señor.

—No insistas Killian, mejor ve a recordarles que deseo que su rostro esté cubierto todo el tiempo hasta el momento final.

Al menos así puedo imaginar por un momento que es Calliope la que me espera frente al altar y no ella. Aprieto mis puños hasta sentir los nudillos blancos. Realmente estoy empezando a arrepentirme de mi decisión; esto es una maldit4 locura.

Killian me deja a solas, y yo automáticamente salgo disparado hacia el salón del consejo. No suelo tener estos arranques de actuación desesperada, pero podría intentarlo antes de que llegue el momento, unas patadas de ahogado que tal vez me salven de mi desdicha.

Casarme con Evadne Montague puede ser el peor error que cometa en mi vida, o quizá…

Sacudo mi cabeza, no me importa si con esto desato una guerra civil entre los clanes, no siento que pueda hacerlo.

Camino a toda prisa hasta llegar a las puertas que preceden el salón del consejo. Los líderes de los clanes de criaturas del reino ya se encuentran aquí; después de todo, presenciarán la unión como se supone que debe ser.

Me estaban esperando para darme las felicitaciones correspondientes; ya deseo verlos caerse de cul0 cuando les diga lo que pienso en realidad.

Todos me reverencian en el momento en que se abren las puertas, los murmullos se ven reemplazados por un silencio sepulcral.

—Bienvenidos, líderes —saludo.

—Muchas gracias rey Théo por invitarnos a su… nueva unión —dice el líder de los humanos.

—Imagino que estarán cansados de aparecerse por aquí para verme casarme por… —hago una cuenta con mis dedos de forma irónica—… bueno, ¿quién lleva la cuenta? —bromeo, sin embargo, ninguno se ríe.

—Esperamos que esta vez la unión por fin dé frutos —habla el representante de los lobos en el consejo, el Alfa Nurdu.

—Justamente por eso estoy aquí, quiero considerar sus votos para la decisión final. La señorita Evadne es joven, pero podría no ser la indicada para convertirse en la Luna del reino.

—Discúlpeme discrepar, su alteza, pero precisamente por su edad, está en la etapa más perfecta para concebir cachorros fuertes. Estamos seguros de que le dará el heredero que tanto necesitamos —dice Fiora, la lideresa de las ninfas.

Ese comentario no me ayuda, por el contrario, tengo la impresión de que todos están de acuerdo con el matrimonio.

—No niego eso, pero, tal vez otra loba podría…

—Su alteza, ¿acaso está sugiriendo que cancelemos la boda a tan solo unas horas? —pregunta Erebos, el príncipe de los vampiros.

—Entendemos que la muerte de Calliope fue muy repentina, pero no podemos arriesgar al reino solo por una loba —agrega Celestia, la reina de las hadas.

Decido poner fin a mis infructuosos intentos; en el fondo, reconozco que tienen razón. Sin embargo, tengo una idea mucho mejor. Si no puedo evadir este matrimonio, lo haré como todos esperan, pero solo en apariencia. Evadne pasará el peor de los calvarios y antes de que el mismo consejo la eche, ella suplicará divorciarse de mí.

La conversación persiste por un breve lapso más, centrándonos en algunos aspectos políticos cruciales del reino, hasta que la hora de mi preparación se hace inminente. Los líderes se retiran hacia la zona del castillo donde presenciarán la boda, mientras que yo me encamino a mi habitación para alistarme.

A lo largo de los días en los que Evadne ha estado presente, ha ocupado una habitación de huéspedes que, dista de ser apropiada para la futura Luna y nieta de uno de los clanes más influyentes del reino, sin embargo, debo mantener mi posición respecto a ella.

Killian aparece en la entrada avisándome que ya es momento de bajar. Debo admitir que estoy nervioso por volverla a ver, ¿habrá cambiado en algo? Mientras pienso en eso, ni siquiera me doy cuenta de que he llegado frente al altar. Ese donde la diosa luna y el dios lobo nos esperan para presenciar nuestra unión en sagrado matrimonio.

¿Alguna vez podré desarrollar la marca lunar con mi destinada? No lo creo, como rey, eso para mí es muy poco probable.

La única forma de saber si una loba es tu destinada es con la marca lunar, un distintivo en la piel que aparece de forma gradual y se maximiza bajo la luz de la luna llena. Tenía la esperanza de que Calliope la mostrase alguna vez, pero ahora nunca lo sabré.

Suspiro en el momento en la música de violines comienza. Y de pronto, ahí está ella, solo puedo observar una silueta vestida de blanco avanzando hacia mí. Su rostro está cubierto con el velo transparente, pero eso no impide que escuche su corazón latiendo de forma errática a medida que se acerca a mí.

La música se detiene cuando Evadne queda de pie frente a mí. Nuestro gran sabio aparece para oficiar la ceremonia, pero debo reconocer que no escucho nada de lo que dice, lo único en lo que puedo pensar es en arrancarle ese maldit0 velo de una vez y ver su cara.

—Rey Alfa Théo Valerius, protector del reino y de las criaturas sobrenaturales, ¿acepta a Evadne Montague, Beta de la manada Montague y sucesora legítima del liderazgo de su estirpe como su esposa?

Me veo tentado a decir que no, pero termino respondiendo lo contrario.

—Acepto.

A ella le hacen la misma pregunta.

—Acepto —responde casi con hilo de voz.

Quisiera decir que esa chiquilla suena diferente, pero no, ¡joder, no!

Tras intercambiar unas últimas palabras con el sabio, recibo su aprobación para besarla. Con cuidado, tomo entre mis dedos el velo sedoso y lo elevo con una deliberada lentitud. Ante mí, sus rasgos se desvelan poco a poco. Descubro su mentón refinado, adornado por cientos de pecas que salpican sus mejillas, su nariz delicadamente respingada y sus ojos verdes perfectos que me observan con anhelo. Es como si, en ese momento, volviera a ser la niña que fue, y esos ojos me miran con la misma inocencia.

Aunque su cabello rubio ha crecido, sigue siendo inconfundiblemente ella: Evadne Montague, la misma chiquilla irritante a la que detesto con todo mi ser. En algún rincón de mi mente, había alimentado la esperanza de que, al verla ahora, causaría algún tipo de impacto en mí, pero la cruda realidad es que todo en lo que puedo pensar es que no es Calliope.

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