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El líder de los mercenarios se levantó con un puñal en la mano. Lleno de furia y al mismo tiempo miedo. Corrió hacia Ahmose gritando de rabia.
—¡Te voy a matar! —rugió.
Ahmose que luchaba contra otros dos mercenarios lo vio acercarse. Se zafó de sus atacantes dándoles la espalda y se preparó para el golpe final. El líder se abalanzó sobre él con el puñal en alto pero Ahmose fue más rápido. Giró su cuerpo y lo recibió con un golpe de su espada en el estómago. La hoja penetró cuero y carne. La sangre salió a borbotones.
El mercenario cayó al suelo con un grito de agonía con su puñal cayendo al suelo.
Ahmose lo miró a los ojos. —La justicia del faraón.
El mercenario se retorció en el suelo. Ahmose le dio un golpe de gracia y el mercenario se quedó quieto con su vida escapándose de su cuerpo. El campamento se quedó en silencio. Los gritos se habían apagado. Solo quedaba el sonido de las espadas envainándose y el de los mercenarios heridos que se retorcían en el suelo.
La batalla había