Capitulo 102

Entraron en la oficina. El lugar era sombrío, casi impenetrable, iluminado solo por la tenue luz plateada que se filtraba por las celosías talladas, creando patrones de sombras en el suelo. Un gran escritorio de ébano, pulido por el uso constante, dominaba la sala, cubierto de papiros cuidadosamente enrollados y sellados, y rollos de documentos apilados en perfecto orden. El aire olía a tinta vieja, a pergamino antiguo y, ominosamente, a la ambición desmedida de su dueño, una atmósfera densa que parecía asfixiar el espíritu.

—Aquí deben estar, Imhotep no dejaría sus secretos en ningún otro lugar —susurró Serket, dirigiéndose directamente al escritorio, su corazón latiéndole con temor.

Serket comenzó la búsqueda con concentración. Abrió los cajones del escritorio, uno por uno, deslizando sus manos por el fondo para detectar cualquier doble fondo. Revisó estanterías ocultas detrás de tapices antiguos, palpó las paredes en busca de compartimentos secre
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