El Comienzo - Libro 1. Un Mundo de Sombras
El Comienzo - Libro 1. Un Mundo de Sombras
Por: Kassfinol
Capítulo 1

El peor veneno es el enamoramiento, aún no hay cura para ello, entre más amas y aprecias, más te contamina el cuerpo, tus sentimientos terminan dañándote el ser, y si no prestas atención, seguro terminarás muerto.

—¡Vamos, levántate! —escuché la orden de un hombre con voz fuerte.

Ignoré lo que me decía, no tenía ganas de verle la cara a nadie.

—¡Te he dicho que te levantes! —me gritó con mucha determinación —¿Acaso crees que tienes opciones?

Me di la vuelta para poder mirarlo de frente. Él medía casi dos metros y medio, era realmente enorme. Estando de pie le llegaba casi a los hombros y eso que mido uno noventa. De ojos azules con una piel tan mulata, que en las noches prácticamente no se veía, solo se podían observar esos grandes ojos abiertos como faros. Sí, definitivamente sí lo recordaba, sí sabía quién era.

—¿Qué me miras, acaso te gusto? Pues soy heterosexual, así que conmigo no tienes posibilidad alguna —su tono fue burlón, pero a la vez arrogante.

Lo ignoré, la verdad no tenía ganas de discutir con este hombre.

—Ya que has decidido abrir los ojos, pedazo de holgazán, te diré que es hora de tu juicio y espero que te castiguen de la peor forma posible.

—¿Me van a castigar porque ya no quiero hacer el bien? Pero si tampoco hago mal alguno... simplemente lo que quiero es ¡no hacer nada! ¿Se les hace muy difícil entender eso? —grité con una mezcla de indignación y burla.

—Silencio... ¿Quién te autorizó a dirigirme la palabra?

—Tú, payaso, cuando me hiciste las preguntas, me incitaste a respondértelas.

—Mira Rut, deberías aprender a cerrar la boca y más aún deberías moderar la forma y el tono con el que te diriges a tus superiores.

—El respeto se gana, más no se impone y sí tienes razón, mejor cierro la boca, no quiero hablar más estupideces —el tono que usé fue de indiferencia, la verdad muy poco me importaba en estos momentos lo que él tuviera que decirme.

Marcos... sí, así se llama este hombre, y pensar que estuvo muy unido a mí hace algunos años.

Pero inmediatamente perdí mis pensamiento, ya que Marcos me golpeó con fuerza en el rostro, partiéndome la boca, en reacción le devolví el golpe, haciendo que diera tres pasos hacia atrás; él se levantó y me obligó a ponerme en guardia, ya que Marcos estaba a punto de caerme encima para volverme a golpear, pero Julie apareció interponiéndose entre los dos.

—Paren, energúmenos... ¿Qué pasa aquí? ¡Tú, Marcos! ¿Quién te autorizó a golpear al prisionero? —gritó llena de rabia y preocupación.

Marcos hizo una reverencia diciendo:

—Nadie su majestad, las cosas se me salieron de control y me dejé llevar.

Era difícil verle algún rasguño a este desgraciado negro, pero estaba hiperventilando y sudaba visiblemente —Eso es Rut, no te dejes —pensé.

—Me parece que no solo Rut, dormirá encarcelado hoy en esta celda —le replicó Julie, esa insinuación me llevaba a la conclusión que Marcos y yo nos golpearíamos toda la noche, no estaba dispuesto a quedarme con esa insultante falta de respeto que acababa de hacerme.

—Su majestad, yo…—comenzó diciéndole Marcos, pero Julie lo interrumpió gritándole muy molesta:

—¡Cállate Marcos, sal de aquí ahora mismo!—Marcos asintió y rápidamente salió de la habitación.

Lo que hacía un título, Julie no media más de 1.68, era blanca, de cabello claro y ojos marrones; muy hermosa, bien formada y ella podía controlar a su antojo a un hombre tan enorme como Marcos, claro eso lo lograba por el poder que ejercía, ya que era la hija de los Reyes de las sombras… La princesa.

—¿Te ha lastimado Rut? —me preguntó, más calmada y mirándome con ojos preocupados.

¿Por qué la princesa de las sombras se preocupaba aun por mí? No lo sabía, o bueno, puede que sí, es solo que la realidad había cambiado demasiado en la actualidad.

Con un tono caballeroso le respondí:

—Sí, pero no fue mucho… digamos que llegaste justo a tiempo —sonreí, terminando de limpiar la sangre que tenía alrededor de mis labios.

Julie sonrió y dio un paso cuidadoso hacia mí.

—Hoy te juzgarán y me siento muy preocupada —susurró.

Que ella admitiera eso me asombró y creo que no lo disimulé, porque Julie dio dos pasos atrás y avergonzada musitó:

—Disculpa, no quise incomodarte, de hecho no debí venir aquí.

—Princesa, confundes mis gestos... no me has incomodado, me has dejado asombrado, pero para bien.

—Dime, por favor ¿por qué ya no quieres luchar? Estamos entre un gran conflicto, sabes que si luchas salvarás a más humanos... haces el bien... debes ayudarnos... han habido muchas caídas, muchas sombras han muerto porque los guerreros más experimentados como tú, los que no han muerto en la batalla, han desistido porque ya no creen en la raza humana —al verla preocupada y con ojos suplicantes, deducía que sería una buena reina en el momento en que la vida le diera la oportunidad.

Era cierto ¿para qué creer en esa partida de animales evolucionados? Nosotros unos seres que no podíamos salir durante el día, luchábamos contra demonios para protegerlos... ¡Pero para qué! Para que al final ellos mismos se mataran en guerras... todo el hecho era decepcionante.

Nuestro cuerpo dejaba de ser materia si salíamos a la luz del radiante sol y era nuestro estado más vulnerable, porque podrían matarnos; y de noche éramos tan aniquiladores que ni los mismos vampiros se acercaban a molestarnos. Nuestro reino estaba en guerra a muerte, con una raza de demonios llamados Licht, su portal abierto, es decir por donde salían para entrar a este plano, estaba en Holanda e irónicamente se llamaban “Luz” en el idioma que aún se mantenía en ese país.

Ellos, como todo demonio, usaban a los humanos pero en este caso era con su religión... al ser demonios de luz ellos tenían apariencia muy hermosa y terminaban envolviendo a los humanos, para hacerlos matarse entre ellos mismos, para que dejaran de creer en el todopoderoso y por supuesto, para que hicieran guerras y les ahorraran el trabajo, todo era un juego, un círculo vicioso, una situación que no se le veía fin, al menos no en muchos años.

Decidí dejar de combatir, pues luego de salvar a unos humanos ellos mismos, meses después, aniquilaron a mis dos únicas hermanas. Los demonios le dieron información falsa y las jóvenes indefensas fueron atrapadas con un conjuro que tienen esos demonios durante el día y en la noche al hacerse materia las asesinaron cruelmente. La verdad, los humanos no valían la pena y si mi reino creía que yo debía morir, moriría por mi causa, más no por esos humanos, así que con eso, me sentía ya conforme.

—¿Por qué te quedas callado Rut? Dime por favor —me exigió Julie, colocándose las manos en la cintura.

—Disculpe, me puse a pensar en otras cosas —no me acostumbraba a responderle de manera tan formal a Julie, pero debía respetarla.

Ahora que lo razonaba todos me llamaban prisionero, después que me encarcelaron a pesar de que fui la sombra más poderosa en el reino, corrección, de hecho… soy la sombra más poderosa de todo el reino... la única que aún pronunciaba mi nombre era Julie.

—Vamos responde. Te exijo que me expliques. No dejaré que te juzguen por alguna injusticia, o una estupidez tuya… ¡te conozco! Sé que ha sido tu decisión dejar de luchar, pero debe haber una razón muy poderosa, para que hayas tomado esa decisión y sé que si yo la defiendo en ese juicio tú podrás seguir libre, como cualquier integrante de nuestra raza, que jamás haya luchado, ya que intentaré que te dejen como un ciudadano, más no como un guerrero.

—Julie —susurré y ella se tensó. Estaba seguro que nadie la llamaba así desde hace años.

—Rut, necesito me digas la verdad —insistió mirándome a los ojos, su angustia era palpable.

—Los animales pensantes de los humanos, asesinaron a mis hermanas sin piedad... ellas eran jóvenes y no sabían luchar —murmuré dándole la espalda, no quería mostrarle la cara de dolor que ponía cada vez que recordaba ese maldito día, entonces continúe diciéndole en tono despectivo— Por otro lado ellos se asesinan entre sí. La verdad, para mí no vale la pena luchar por algo así.

—Pero Rut —contestó Julie con cara de asombro por lo que acababa de enterarse, aunque no me pudo decir nada más porque de repente se escucharon tres explosiones en el edificio, esto provocó que todo a nuestro alrededor temblara.

Nuestro reino estaba expandido por toda Colombia, en pequeñas colonias. Vivíamos entre humanos en edificios con pocas ventanas, de máxima seguridad, pagando impuestos como cualquier humano, pero no dejándonos ver de nadie, hasta después de las siete de la noche cuando se escondía el sol, intentábamos llevar una vida discreta para no alterar el orden de las cosas.

Otra explosión.

—Julie, nos están atacando —afirmé, sacando al macho protector que hay en mí.

Ella asintió asustada y se quedó paralizada.

—¡Abre la maldita celda! Tenemos que salir de aquí —grité con determinación.

—Si te saco me meteré en problemas con mis padres... y con el juzgado —balbuceó Julie, era un hecho que tenía buen corazón, pero de problemas con explosiones y gritos alarmantes… ¡no sabía absolutamente nada!

—Si no me sacas de esta jodida celda, lo más seguro es que mueras tú y tus padres. ¡Sácame de aquí! Necesito luchar con aquello que sea que nos ataca —grité para sacarla del trance. No luchaba por los humanos, pero por mi raza sí lo haría, no permitiría que esos desgraciados, o los Licht invadieran de forma tan descarada nuestro reino y estaba seguro que eran ellos, ya que los gritos de peleas empezaban a escucharse.

Al ver que Julie no reaccionaba la acerqué a mí y busqué la llave en su cuerpo. El contacto me puso duro como piedra, pero con rapidez me alejé. La verdad no quería que ella se diera cuenta del deseo que provocó en mí su delicada piel.

—O te mueves, Julie… o te cargo —exigí con voz seca, ella solo asintió.

Abrí la celda y empezamos a correr por el pasillo hacia la salida. No era una salida, era como entrar en el edificio, pues las celdas estaban en el sótano y los gritos y explosiones venían desde arriba.

—Necesito un arma —exigí, mirando hacia los lados para ver si conseguía algo que sirviera para defendernos.

—Toma —musitó Julie e hizo aparecer una espada enorme, como aquellas que por tantos años usé.

—Gracias...quédate atrás de mí —murmuré sonriéndole, un arma en mi mano me convertía en un ser imparable.

—También sé luchar —me refutó intentado verse con determinación, pero podía olerle el miedo que emanaba de su cuerpo.

—Sí, ¡ufff! se nota, con esa cara que pusiste... mejor quédate detrás de mí, que yo te protegeré. Quiero ir en busca de tus padres.

—Mis padres están en el piso veinte —respondió angustiada y mirando hacia los lados.

—Mierda, y lo chistoso es que no utilizaré el ascensor... es probable que lo que nos atacó ya esté en todo el jodido edificio.

Caminamos con cautele por los pasillos. Mientras veía como humanos con demonios de luz luchaban contra mis amigos.

Que ilusos eran los humanos, no darse cuenta de que a su lado, tenía a un mismísimo demonio. Nosotros los reconocíamos porque todos tenían los ojos color verde aceituna, por su hermoso rostro y por el aura que emitían que era rojo sangre ante nuestra visión. Ellos únicamente nos reconocían por el color gris del aura que emitíamos ante ellos. Aunque una sombra experimentada como yo podía ocultarla, para así pasar por un simple humano.

—¡Esa es la princesa, captúrenla! —gritó un demonio y los humanos saltaron hacia nosotros.

Eliminé a tres con un solo movimiento de mi espada. Los otros ofrecieron un poco más de resistencia, pero igual fueron eliminados sin esfuerzo.

—Eres una sombra, desgraciado —gritó un demonio y sus ojos verdes empezaron a brillar.

—Sí lo soy... y tú eres un Licht y en este preciso momento mi cara será lo último que verás —le grité lleno de ira.

Me convertí en sombra y con un movimiento llegué a él, arrancándole el corazón. El demonio sin más se hizo cenizas.

Julie tenía cara de asombro y al convertirme de nuevo en materia le sonreí. Ella pareció salir de un trance sonrojándose al mismo tiempo.

—Jamás había visto luchar a una sombra como tú.

—Entonces dime ¿quién te ha enseñado a defenderte como me dijiste hace un momento? —le pregunté, para ver si por fin me respondía con la verdad.

—Pues nadie... te he mentido. Mi padre jamás quiso que aprendiera a defenderme, según él para no perder feminidad.

—¡Qué estupidez! Y mírate ahora en plena guerra y sin siquiera tener habilidad para manejar un cuchillo. Hazme un favor: haz aparecer una ametralladora. La más potente. Eso no mata a un demonio, pero si te da tiempo de correr... o de dejarlo por unos minutos paralizado.

Julie hizo aparecer una muy potente. Es una lástima que siendo un prisionero no tenga mis poderes, solo puedo desmaterializarme a un lugar que veo y en la cárcel no podía hacerlo, porque esta tenía una especie de conjuro que nos mantiene a nosotras las sombras atrapadas, es lo más parecido al conjuro que usan los demonios contra nosotros que conocemos.

—Gracias... buscaremos a tu padre, para que me devuelva los poderes, sino, no podré luchar al cien por ciento. Esta situación de verdad es muy incómoda.

—Ya te he dicho que está en el piso veinte —la cara de Julie reflejaba molestia.

—¿Qué te he hecho? —le pregunté angustiado por su repentino cambio de humor, de repente salió un demonio prendido en llamas y detrás de él venía Marcos, riéndose con un demonio en cada mano.

—Nada, Rut, solo busquemos a mis padres, necesito saber que están bien.

Marcos arrancó la cabeza de cada demonio y se sacudió las manos, quitándose las cenizas que le cayeron sobre su ropa, al vernos nos dijo:

—¿Los ayudo?

—Sí claro, empieza a darle sentido a tu vida —me bufé. Él me miró con mala cara, pero respondió:

—¡Bueno, subamos! A tus padres hace un rato, cuando todo esto comenzó, los he puesto en el piso treinta y cuatro, porque todo el edificio ha sido invadido por humanos armados hasta los dientes y como verán los acompañan los desgraciados sin oficio de los demonios Licht.

—Sí, ya nos dimos cuenta —respondí observándolo con mala cara, entonces miré a Julie diciéndole:

—Vamos Julie, subamos… quiero que comience el juego llamado… “pateemos los culos Licht”—al mencionar esto último le regalé media sonrisa y guiñé un ojo.

Julie solo sonrió a pesar de que estaba angustiada por todo lo que pasaba a nuestro alrededor.

—¿Por qué te atreves a mencionar el nombre de pila de la princesa? —preguntó Marcos, molesto y escandalizado.

—No es tu asunto —repliqué de mala gana, sosteniendo bien fuerte la espada, por si acaso el desgraciado se me lanzaba encima a golpearme, pues él era muy volátil cuando se trataba de luchar y más cuando en esa línea estaba yo de por medio.

—Si Marcos, no es tu problema —rompió el silencio Julie, alzando una ceja. Por lo que veía no quería hablar del tema.

Marcos se congeló, asintió y nos dio la espalda caminando hacia las escaleras. Pocas cosas a esta altura de mi vida me asombraban, pero que Julie dijera eso… me había dejado en shock… al parecer la realidad estaba en constante cambio.

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