Cap. 1 Tragedias

Las tragedias suelen remover nuestra fibra más honda y causan transformaciones; a veces, nos cambian para bien y otras sacan lo peor de nosotros, lo sé bien, he vivido unas cuantas en mi vida.

Todo parece una cuestión de elección, la vida nos desafía cuando nos muestra un camino distinto al que seguimos, un camino que muchas veces suele ser revelador”.

Los ojos cafés de Carelis seguían cada movimiento de los paramédicos, veía acomodar el cuerpo de Adrián en la camilla, aún estaba vivo, pero, por la forma en cómo se expresaban los médicos, el estado de su novio era alarmante.

   La clínica Santa Rita los recibió inmediatamente y le dieron el ingreso a cirugía, aunque Carelis deseó acompañarlo, hasta el final se lo impidieron y Adrián se perdió tras una puerta de cristal. Carelis quedó en medio del pasillo, sola esperando noticias alentadoras.

Sentía su corazón sobrecogido por el miedo y un nudo en la garganta que le impedía gritar su pena y lo peor era que su mente estaba en blanco con respecto al incidente. Se sobó las sienes con las manos tratando de activar sus recuerdos; sin embargo, había una pared dentro de su cabeza que le impedía ver más allá del cuerpo de Adrián en la calzada… Entonces volvió sobre sus pasos y trató de recordar, poco a poco.

Recordaba su salida del almacén en el que laboraba…

Caminaba por las calles de Guayaquil, usaba su uniforme azul que la hacía ver elegante, como solía presumir; tenía aires, de quien lo puede todo en la vida, de aquel que vive arrasando a su paso; sin embargo, todo cambió cuando en su camino encontró a Adrián, su novio, que iba a su encuentro. 

Adrián no parecía el mismo de siempre, se lo veía molesto y sus ojos color miel reflejaban dolor, un profundo dolor. Entonces discutieron, se dijeron muchas cosas desagradables que no recordaba en esos momentos claramente, solo le vinieron a la mente las palabras contundentes que empleó para el final…

—Carelis, no sé si existe el amor perfecto que tú buscas, no soy perfecto—y añadió dolido—Yo me equivoco Carelis; pero, cuando se trata de lo que siento por ti, no creo equivocarme.

   Si algo debía reconocer era que Adrián siempre fue honesto con ella y un hombre de ideas y conceptos claros, además poseía un espíritu romántico que lo volvía sensible y se lo demostró al decirle:

—Carelis, te amo y lo que siento por ti me hace pensar que en el amor hay perfección.

   En cambio, ella era lo más parecido a una pared firme, rígida, fría y a veces inamovible y le respondió.

—Yo necesito a un hombre perfecto… Aunque, solo sea perfecto para mí.

—Entonces me rindo—lo dijo con una dolorosa resignación— No voy a dejar que me evalúes, si lo permito ahora siempre será así… Es mejor terminar aquí y ahora, se acabó Carelis, se acabó.

    Siempre le sorprendió la facilidad que tenía para perder a las personas, era tan fácil decepcionar a todos. Fue en esos momentos que llegó  su tío, Jonás, para sacarla de sus cavilaciones. Carelis apenas vio un rostro conocido, se abrazó a él con fuerza y pudo desahogarse.

—Tío, Adrián está muy mal…

—Querida mía…—observó su estado, era lamentable, su ropa estaba manchada de sangre, su cabello despeinado y su rostro reflejaba la angustia de lo vivido—Vamos a sentarnos.

—Tío, tengo miedo.

   Buscaron sentarse en unas bancas de la sala de espera y Jonás le dijo:

—Tu amiga Rita me contó todo y apenas pude vine a verte—besó su cabeza—Calma Carelis, ahora no es tiempo de temer, Adrián nos necesita fuertes.

   Ella apoyó su cabeza en su pecho, una parte de ella se sentía responsable, no sabía cómo, pero era así. Estaba segura de que debía continuar con su recorrido mental para obtener una respuesta. Vio a Adrián alejarse de ella…

   Lo siguió, necesitaba luchar, aunque no sabía la razón, su voz era una súplica:

—¡Adrián! ¡Por favor! No quiero perderte—le rogó—¡Ayúdame!

   Adrián se detuvo y le dijo:

—Carelis no puedo—se volteó hacia ella—Todo depende de ti, solamente tú puedes acabar con esta búsqueda que nos separa.

   Adrián se alejó de ella y caminó hacia la parada de buses, intentó ir tras él, pero algo se lo impidió… Todo se borraba a partir de ese momento: sus recuerdos se distorsionaban. Hizo un gesto de dolor, le dolía no recordar, se levantó de la silla, veía la imagen de Adrián en el suelo inconsciente y herido, no había explicación alguna para ello.

—Carelis cálmate—intentó llevarla hacia una banca; sin embargo, ella se negaba—Vamos niña, debes ser fuerte.

Su tío no entendía su angustia interna y le dijo desesperada.

—No recuerdo lo que sucedió… Únicamente recuerdo que discutíamos y luego… Luego Adrián ya estaba en el suelo, pero no recuerdo cómo sucedió.

—Cálmate ya lo recordarás…—la sentó a su lado y la abrazó.

    Tuvieron que esperar algún tiempo más, las enfermeras pasaban de un lado a otro y ninguna les daba noticias de Adrián, por fin un médico se les acercó, usaba un traje verde de tono fuerte y su semblante denotaba cansancio y preocupación.

—¿Son familiares de Adrián Reinoso?

—Sí…—se adelantó Carelis—Soy su novia y él es mi tío, ¿Cómo está Adrián?

—Ante todo debo presentarme, soy el doctor Marlon Reyes, soy médico cirujano y me especializo en casos como el de Adrián—Hizo una pausa, iba a entrar en la parte difícil y debía ser honesto y claro—Debo decirles que el estado de Adrián es crítico…

    Carelis sintió una opresión en el pecho, su corazón latía con fuerza y el galeno continuó:

—Adrián recibió un fuerte golpe en la cabeza, esto produjo un serio traumatismo, tuvimos que operar y contener la hemorragia; pero, el paciente entró en coma.

—¿Coma?—dijo Carelis en un grito.

—Así es, lo tenemos en observación…—notó la conmoción de la noticia—Las próximas horas son importantes, si él reacciona podemos hablar de un restablecimiento total.

   Jonás debía cerciorarse y le preguntó:

—¿Y si no es como usted dice doctor?

—Su estado puede ser permanente.

    Carelis podía sentir al infortunio, sonreírle irónicamente

Una tragedia, parece derrumbar nuestra fortaleza dejándonos en escombros emocionales, yo sé de eso mejor que nadie, porque viví la muerte de mi madre, la vi consumirse lentamente en una penosa depresión y ahora, una vez más, estoy en el ring y el contrincante es más grande que yo”.

La fortaleza de Carelis cayó, su llanto era desgarrador y convulsivo, su corazón sabía que Adrián estaba pasando por un momento crítico en su vida y nada podía hacer para ayudarlo.

    Jonás ignoraba los conflictos internos de la joven y lo que esa noticia significaba para su sobrina, él también quería a Adrián; pero, Carelis tenía una deuda con él, entonces dijo:

—Sé que Adrián es fuerte y que saldrá bien librado de esto.

El doctor Reyes les comentó:

—Deben tener fe, no todo está dicho.

—¡Es que no puedo explicarme todo esto!—dijo la joven—Ni siquiera recuerdo cómo llegue aquí.

—Ordenaré que le den un sedante.

   El doctor sabía que la joven estaba en shock y por su aspecto el presenciar el incidente debió ser impactante. Antes de retirarse le permitió verlo un instante, Carelis no sabía qué esperar, su corazón retumbaba en su interior, fue conducida hacia un pasillo, un letrero decía: “Terapia intensiva” y abajó con letras doradas “Pabellón Esperanza Dávila P.”, en aquel sector el aire acondicionado era más fuerte y ya no reconocía si era su miedo el que provocaba ese frío o era el aire acondicionado. Una enfermera le explicó que no entraría, tan solo lo vería a través del el vidrio y en efecto, allí estaba Adrián, al joven lo rodeaban extraños aparatos que monitoreaban sus signos vitales, su cabeza estaba vendada y parecía dormido. Apoyó su frente en el vidrio, una parte de ella deseaba traspasarlo y poder sentir su calor y no podía.

Desde ese momento comenzó su travesía. Jonás se ofreció a quedarse con él esa noche y ella se fue a descansar. En el camino a casa de su mente no se apartaban la imagen de Adrián en esa clínica, casi pudo sentir a la muerte acariciándole la mejilla, la muerte era una enemiga difícil de derrotar.

   Desnuda en la ducha, puso la máxima presión, el agua fría golpeó con fuerza su piel, eso era bueno, aún sentía, estaba viva y podía luchar. Aunque el llanto brotaba de lo más hondo y sintiera que esa noche iba a enfrentar por primera vez a sus demonios.

Las tragedias, cuando llegan suelen ser como rayos fulminantes en el espíritu humano, causan los llamados desbarajustes emocionales, dolor y muchas veces pérdidas irreparables; pero, sea cual sea la magnitud de la desgracia, el tiempo es el remedio para sanar el alma”. Pensó Carelis.

Ahora tendría que afrontar otra vez el camino de la tristeza y estaba sola de nuevo.

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