—Gracias por quedarte conmigo.
—No tienes nada que agradecerme, Antonella. No podía dejarte sola en un momento como este. —Fabiano abraza a la pelirrubia.
Antonella escucha el auto detenerse, pero cuando voltea a ver, ya se ha ido.
—Espero que tu nonna esté mejor.
—Sí, pronto estará de regreso. No dudes en llamarme si me necesitas. Aunque el sofá no sea muy cómodo —Le da un guiño y ella sonríe.
Fabiano se aleja mientras ella entra a su casa.
En tanto, dentro del coche, Albert aprieta sus puños con fuerza, la frustración y la decepción lo invaden. Había creído en ella y ahora descubría que era exactamente igual a su ex mujer.
—¿Se siente bien? —pregunta el conductor.
—Sí, estoy bien —contesta con hostilidad.
—Pobre chica, su madre acaba de morir.
—¿La conoce, conoce a Antonella?
—Todos nos conocemos en Nápoles. Su madre, doña Isabella, siempre fue una mujer muy trabajadora, al igual que su esposo, aunque —Baja la voz y murmura:— Dicen que la pelirrubia no era su hi