Julia.-
Despierto con la calidez de la respiración de Brian sobre mi cuello, sus manos apretándome a su cuerpo, como si de alguna manera él creyera que voy a escaparme de su lado.
Abro los ojos y lo primero que noto es la argolla plateada en su dedo “es mío” es lo primero que mi mente piensa.
Muevo su mano, porque mi cuerpo me grita que debo ir al baño rápidamente.
Veo en el espejo las marcas de sus labios sobre mi piel, recordando todo lo que hicimos anoche, cierro los ojos y las sensaciones me envuelven nuevamente, sintiendo sus dedos acariciando mi piel con una mezcla de devoción y posesividad.
Su boca queriendo marcar el terreno con cada beso como si quisiera dejar tatuados sus labios en cada rincón de mi cuerpo, y mis labios prendido en una llama ardiente suplicando por más.
La primera noche como marido y mujer, doy un respingo al escuchar el toquido en la puerta, el brinco me produjo un mareo que casi me hace caer al suelo.
— ¿Cielo? ¿no me digas que ahora te arrepientes