Cora.-
Salí de la casa sin que nadie me viera, por suerte mi madre no quiere despegarse de papá, ahora que ve a sus dos hijas con pretendientes anda en modo vigilante protector.
Aprieto el volante con tanta fuerza que puedo ver mis nudillos ponerse de color blanco, aunque no lo quería debía cumplir con la cita de Rob, necesitaba saber qué era lo que se traía entre manos.
Estaciono frente al hotel.
— No puedo creer que esté haciendo esto.
Suelto un suspiro cargado de absoluta resignación, miro en mi teléfono una vez más el número de la habitación que me envió.
No me pregunten como supo mi número.
Paso por la recepción sin mirar a nadie hasta llegar al ascensor, siento como el pecho se me contrae al ver los números pasar en la pequeña pantalla.
Tengo el presentimiento de que esto no acabará bien. Cuando las puertas de color crema se abren, mi estómago se hunde, el pasillo bastante iluminado y la alfombra de color marrón oscuro me guían hacia el infierno.
Cuando la puerta se abre