Julia.-
No sé de donde saqué la fuerza, tal vez mi hermana canalizó sus energías conmigo y su espíritu se metió en mi cuerpo, pero no imagine que fueran a salir palabras tan hirientes.
Veía el rostro rojo brillante del hombre que estúpidamente amaba, pero él creyó que podría humillarme a su antojo, pues se equivocó.
— No hay mejor hombre que yo –soltó apretando sus dientes–. y te lo voy a demostrar ahora mismo.
Se abalanzó sobre mí, sus labios sellaron los míos antes de poder si quiera refutar sus palabras y como tonta cedí ante la dulzura de sus besos, mis piernas se ablandaron, mi ego flaqueó.
Sus manos acariciando descaradamente y lujuriosamente mi cuerpo, excitándome.
Su boca alejándose de la mía para explorar mi piel quemándola con cada beso y lamida, estaba tomando mucho de mí no soltar los gemidos que estaba reprimiendo.
— Eres mía, solo mía –dijo entre jadeos.
Me aprisionó a la pared pegando más su cuerpo al mío, obligándome a sentir la rigidez de su entrepierna, con de