Ambos se sentaron tranquilamente en la sala. Sin saber cuánto tiempo había pasado, Esperanza se quedó dormida apoyada en las piernas de Hans. Con cuidado, él la levantó y la llevó a su habitación. Esperanza se apoyó en su hombro y murmuró inconscientemente:
—Mamá…
Hans la acostó en la cama, la cubrió con una manta y colocó un frasco de vidrio lleno de corales y conchas de colores en su mesita de noche. Era el último regalo que Dafne le había dado a su hija…
Hans regresó a su estudio y abrió de nuevo su cuaderno. En la última página, encontró un testamento muy breve con una sola frase:
—Espero que Esperanza crezca feliz y siga siendo una niña alegre siguiendo con el cariño de su papá.
Solo esa frase, nada más.
***
Durante la semana siguiente al accidente, Hans continuó con su rutina diaria de manera tranquila, trabajando normalmente e incluso haciendo horas extras. Mantuvo su estado de ánimo estable, como si nada hubiera ocurrido.
Después de la noche en que Dafne se lanzó al mar, el equ