"El señor Candra está en la ciudad natal de Lolita". Esa noche, Diego le presentó su informe a Melinda cuando tuvo la oportunidad de entrar a su oficina. Melinda estaba sentada en su gran silla, mientras Diego se sentaba al otro lado de la mesa.
"Ya lo sospechaba". Melinda apretó los puños. La oficina con aire acondicionado se sentía más caliente que antes.
"Será mejor que veas esto". Diego sacó algo de debajo de su chaqueta: un volante con información sobre una persona desaparecida, que Hans le había dado. "Esto es obra del señor Candra".
Melinda arrugó el papel con las manos hasta deformarlo. "¡El descarado! Yo lo ayudé a llegar a donde está ahora. ¿Y esto es lo que me hace?". El rostro de Melinda se oscureció; la rabia brillaba en sus ojos.
"Hay algo más". Esta vez, Diego sacó su teléfono. Le mostró algo a Melinda. "Todo este tiempo ha estado usando el dinero de la empresa para sus gastos personales".
"¿Qué? ¡El maldito!" Melinda no pudo contener su ira al ver la cantidad de dinero