POV de DIEGOLas noches ya no dolían como antes.Después del juicio, después de verla mantenerse firme ante una tormenta que no le correspondía, algo dentro de mí cambió. Ya no se trataba solo de defender mi nombre, mis empresas, o mi reputación. Se trataba de defenderla a ella. Y aunque siempre lo supe en algún rincón de mi mente, ahora lo sentía como una verdad que me quemaba la piel.Adriana dormía a mi lado, en mi cama… pero ya no como una pieza temporal dentro de un contrato. Ahora era diferente. No lo habíamos dicho en voz alta —ninguno de los dos se apresuraba a romper esa delgada línea que aún quedaba entre lo profesional y lo personal—, pero lo sabíamos. Lo sentíamos.El contrato ya no nos ataba.Lo que nos unía ahora era mucho más complejo. Más real.Me desperté antes que ella, como de costumbre. Me quedé ahí unos minutos, mirándola. Su respiración tranquila. Sus labios entreabiertos. Su cabello revuelto en mi almohada. Se había acostumbrado a dormir de mi lado de la cama, y
POV de ADRIANANunca imaginé que un contrato pudiera llevarme a este momento.Tener a Diego de rodillas frente a mí, sosteniéndome las manos, mirándome con esos ojos oscuros llenos de vulnerabilidad… era irreal. Era el tipo de escena que solo pasaba en novelas cursis que siempre decía que odiaba. Pero ahora que lo estaba viviendo, sentía que el corazón se me iba a salir del pecho.—Estoy enamorado de ti, Adriana —me había dicho—. Desde hace tiempo. Desde antes de que pudiera aceptarlo. Desde antes de merecerlo.Mis manos temblaron al escuchar esas palabras. Me apoyé en su frente, cerrando los ojos. No quise que viera mis lágrimas. No aún.—Yo también, Diego —susurré.Y fue entonces cuando me di cuenta: yo ya me había enamorado de él mucho antes de que me lo dijera. Había ocurrido lentamente, en cada gesto que tenía cuando creía que no lo veía. En cada vez que se quedaba despierto trabajando, pero se aseguraba de dejarme té caliente junto a mi escritorio. En las veces que discutíamos y
POV de AdrianaTodavía recuerdo la mirada de Diego cuando entró a la oficina esa mañana. Era fría. Determinada. Como si ya hubiera tomado una decisión sin consultarme. Yo estaba sentada frente a mi computadora, revisando unos informes para la próxima reunión con el director de marketing de la empresa de cosméticos con la que empezábamos una colaboración. Una oportunidad increíble… o eso creía yo.—Necesitamos hablar —dijo él, con ese tono bajo que usaba cuando trataba de controlar su molestia.Levanté la vista, intentando mantener la calma. —¿Ahora? Estoy terminando los últimos detalles para la presentación de esta tarde.Diego cerró la puerta tras de sí. Apoyó las manos en el escritorio y me miró directamente, como si estuviera viendo más allá de mis palabras, de mi intención de seguir como si todo estuviera bien.—Adriana, quiero que dejes este proyecto.Mis dedos se congelaron sobre el teclado. Me reí un poco, con incredulidad. —¿Perdón?—No es un buen ambiente para ti. He estado o
POV de AdrianaDesde hace unos días, algo en Diego había cambiado. No era algo que pudiera señalar con claridad: su sonrisa seguía siendo la misma, sus caricias igual de suaves, sus palabras igual de medidas. Pero había un brillo diferente en sus ojos, como si ocultara un pensamiento que prefería no compartir.Lo noté primero una mañana, cuando le habían llamado al amanecer. Había contestado en voz baja, saliendo de la habitación y cerrando la puerta con suavidad. Fingí seguir dormida, pero el sonido de su voz —apagada, urgente— se me quedó grabado en el pecho.Cuando regresó a la cama, me abrazó como si no hubiese pasado nada.—¿Quién era? —pregunté, forzando la voz entre la somnolencia y la curiosidad.—Nada importante. Un problema menor en la empresa —dijo, besándome la frente.Mentía. Lo supe porque no me miró a los ojos. Diego siempre me miraba cuando hablaba. Esa vez no.Desde entonces, cada gesto suyo se volvió una especie de acertijo que trataba de descifrar. Revisaba su celul
POV de DIEGONunca imaginé que sería tan complicado mantener las distancias. Al principio, todo fue un acuerdo. Claro, había química, no lo voy a negar. Adriana tenía esa forma de mirar que desarma, de hablar como si cada palabra contara una historia. Pero yo había aprendido, a golpes y traiciones, que cuando mezclas sentimientos en un contrato, todo se desmorona.Y sin embargo, ahí estaba yo, a cientos de kilómetros de ella, encerrado en esta habitación de hotel, viendo su nombre en la pantalla del celular y deseando que me llamara. Que me dijera que me extrañaba. Que me exigiera saber la verdad.Pero Adriana no llamaba. No escribía. Y esa ausencia me quemaba.Me recosté sobre la cama, los brazos cruzados tras la cabeza. En el techo, la lámpara parpadeaba ligeramente. Podría haber llamado yo primero, pero me conocía: si escuchaba su voz ahora, iba a terminar confesando más de lo que debía. Y no podía darme ese lujo.Mi mundo no era sencillo. El negocio con ARKA Holdings había surgido
POV de DIEGOVolví a casa con el corazón latiendo más rápido de lo que quería admitir. Había pasado cinco días fuera, pero en mi mente, fueron eternos. Desde el primer día supe que debía regresar antes, pero el cierre del trato con ARKA Holdings requería cada gramo de concentración, y sinceramente, también estaba huyendo un poco. De ella. De lo que me hacía sentir. De lo que ya sabía pero no me atrevía a aceptar.Mi chofer me dejó frente al edificio. Eran casi las ocho de la noche, y la ciudad estaba cubierta por esa mezcla de luz cálida y sombras largas que hacen que todo parezca más lento, más íntimo. Subí al penthouse con pasos pesados. Tenía miedo. No del silencio, sino de encontrar una distancia nueva en sus ojos. Algo que me dijera que llegué tarde, incluso si volví a tiempo.Abrí la puerta con cuidado, como si al cruzar el umbral entrara a un campo minado.—Adriana… —llamé en voz baja.Ninguna respuesta.Dejé mi maleta junto al perchero y caminé hacia la sala. Todo estaba impec
POV de ADRIANADesde que Diego regresó de su viaje, algo en él había cambiado. Era más atento, más presente. Me miraba como si ya no necesitara esconder nada, como si hubiera encontrado algo dentro de sí mismo que lo obligaba a bajarse la máscara. Y aunque eso debería haberme hecho feliz… me asustaba.Aterraba, en realidad.Porque si lo que Diego empezaba a sentir por mí era real, entonces lo mío también tenía que serlo. Y no sabía si estaba lista para reconocerlo.—¿En qué piensas? —su voz ronca me sacó de mi burbuja.Estábamos en la cocina, él estaba preparando café mientras yo fingía leer un libro que había abierto hace veinte minutos pero del que no había pasado de la primera línea. Era sábado por la mañana, y el sol filtrado por las ventanas llenaba el ambiente con una luz tibia. Todo parecía perfecto… demasiado perfecto.—Nada importante —respondí con una sonrisa rápida—. Solo estoy distraída.Diego dejó la cafetera a un lado y caminó hacia mí. Se sentó frente a mí, observándome
POV de DIEGODesde hace unos días, Adriana estaba distinta.Y no hablo de esos cambios sutiles que uno solo nota cuando está atento. No. Hablo de silencios que antes no estaban, de miradas que evitan las mías, de una risa que ya no sale tan fácil. Algo en ella cambió desde aquella conversación en la cocina. Y aunque no me lo ha dicho con palabras, lo sé.Lo siento.Ella está levantando muros, otra vez. Muros que pensé que habíamos derribado juntos.Y me frustra. No porque me aleje, sino porque no quiero obligarla a acercarse.Yo no soy ese tipo de hombre. No con ella.Esta mañana me desperté solo. Adriana ya no duerme a mi lado. Dice que necesita tiempo. Que no sabe en qué punto estamos. Que se siente confundida. Pero yo sé que es más que eso.Tiene miedo.Miedo a que lo nuestro sea real. Miedo a que no lo sea.Me quedé acostado un rato más, observando el techo, pensando en cómo llegamos hasta aquí. Todo empezó como una farsa. Un contrato, un trato conveniente para los dos. Pero en al