POV de DiegoLa sangre sabe a metal en el aire. Es una fragancia densa, mezclada con el polvo y el sudor que impregna el sótano donde Luis está arrodillado frente a mí. Su rostro está hinchado por los golpes, pero sus ojos aún conservan ese brillo desafiante. Como si realmente creyera que aún tenía el derecho de justificar su traición.Lo miro, sin parpadear, sin mostrar la tormenta que revienta dentro de mí.—Dímelo otra vez —digo, mi voz es baja, peligrosa.Luis escupe al suelo. Su saliva es roja.—No fue traición, Diego. Fue protección.Me río, pero el sonido no tiene humor. Camino lentamente a su alrededor, sintiendo el peso de la Glock en mi mano. El frío del metal contra mi piel es reconfortante, un recordatorio de que en este mundo, el poder lo sostiene aquel que está dispuesto a hacer lo que otros no pueden.—¿Protección? —repito, inclinándome hasta quedar a su nivel. Su aliento apesta a miedo, aunque intenta ocultarlo—. ¿De quién carajo crees que me estabas protegiendo?Luis
POV de AdrianaEl disparo todavía resuena en mis oídos.Mi respiración es errática, mi corazón late tan fuerte que siento que me va a estallar en el pecho. Quiero moverme, quiero hacer algo, pero mis pies están clavados en el suelo como si el peso de la realidad me hubiera encadenado al piso.Luis está en el suelo, su cuerpo sin vida en un charco de sangre que se extiende como una sombra oscura.Diego no titubeó.No hubo duda en su mirada. Ni una chispa de arrepentimiento en sus ojos cuando apretó el gatillo.Y eso me aterra más que la muerte misma.Me doy cuenta de que estoy temblando. No sé si es miedo, rabia o simplemente la devastadora certeza de que el hombre al que amo es capaz de algo así sin pestañear.No me mira.Simplemente deja caer el arma, su espalda rígida, y se aleja sin una palabra.—Diego… —susurro, pero él no se detiene.No sé si quiero que lo haga.Mis rodillas ceden y caigo junto al cuerpo de Luis. Mi estómago se revuelve, pero no es por la sangre o la muerte. Es p
POV de DiegoDebería haberlo visto venir. Debería haber sabido que intentaría escapar, liberarse del caos que envolví a su alrededor como un lazo corredizo. Pero por mucho que intentara huir de mí, sabía que nunca podría escapar de la verdad: estábamos unidos de una manera que ninguno de los dos podía romper.Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.—Jefe —la voz de Javier se escuchó del otro lado—. Tenemos noticias.Exhalé con fuerza y le hice un gesto para que entrara. Dio un paso al interior con una expresión cuidadosamente controlada, pero lo conocía demasiado bien. Había algo en su mirada, algo que dudaba en decirme.—Habla —ordené.Dudó solo un segundo.—Adriana está con Santiago.Las palabras me golpearon como una cuchilla en el estómago, afiladas e implacables. Apreté los puños, hundiendo las uñas en mis palmas. Era una cosa que me traicionara. Era otra que corriera hacia el único hombre al que más despreciaba.Reí con amargura, negando con la cabeza.—Nunca aprende,
POV de DiegoAdriana se quedó inmóvil, su respiración entrecortada mientras mis palabras se asentaban entre nosotros como un arma cargada. Siempre había sido orgullosa, siempre desafiante, pero esta noche había algo más en sus ojos…Miedo.No de mí. No realmente. Sino de ella misma. Del peso de la verdad que había intentado negar durante tanto tiempo.Exhalé despacio, aferrándome al volante. La noche se extendía a nuestro alrededor, impregnada del aroma de la lluvia y la pólvora. La había recuperado, pero algo me decía que esta guerra entre nosotros estaba lejos de terminar.—Vamos adentro —dije, mi voz más tranquila ahora, pero no menos firme.Dudó por un instante, sus dedos temblando sobre su regazo, antes de asentir finalmente. Salí del coche primero y rodeé para abrir su puerta. Me miró con una expresión cautelosa, pero no protestó cuando le tendí la mano.Dentro de la hacienda, el aire pesaba con un silencio cargado de tensión. Mis hombres se mantenían en el pasillo, sus miradas
El aire en mi oficina era denso, cargado de humo de cigarro y la fragancia a cuero viejo de los muebles. Con Luis muerto y su traición enterrada bajo metros de tierra, mi prioridad era reforzar mi poder antes de que otro intento de traición surgiera. No había espacio para débiles ni para dudas. Solo los fuertes sobrevivían en este mundo, y yo no tenía intención de caer.Por eso, cuando recibí la propuesta de reunión con Héctor Montoya, supe que era una oportunidad que no podía dejar pasar. Montoya no era cualquier empresario. Su nombre pesaba tanto como el mío en los círculos de poder, y su reputación de hombre despiadado lo precedía. Un acuerdo con él podía fortalecer mi imperio, o también significar una trampa mortal.Adriana, sin embargo, no compartía mi visión. Desde el momento en que mencioné su nombre, su expresión se endureció.—Ese hombre es peligroso, Diego —advirtió, con los brazos cruzados y la mirada afilada. —No te fíes de él.Solté una leve risa, apoyándome en mi escrito
POV de DiegoLa noche era sofocante, cargada de una tensión que se arrastraba entre las sombras. La ciudad nunca dormía, pero yo podía escuchar el silencio que acechaba entre las luces parpadeantes de los edificios. Mientras manejaba por las calles desiertas, mis pensamientos estaban enredados en una sola cosa: Montoya.Desde nuestra reunión, algo en él no me cuadraba. Era astuto, demasiado calculador, y yo sabía que los hombres como él nunca ofrecían su mano sin tener un cuchillo escondido en la otra. Pero mientras yo manejaba las amenazas externas, Adriana se había encargado de otra batalla, una que yo ni siquiera sabía que existía.Cuando llegué a la casa, la encontré en su despacho, su rostro tenso mientras pasaba las páginas de un archivo. No alzó la vista cuando entré, pero su cuerpo se puso rígido. Algo iba mal.—Dime lo que está pasando —ordené, cruzando los brazos.Adriana exhaló y cerró el archivo con un golpe seco. Cuando levantó la mirada hacia mí, había algo en sus ojos q
POV de DiegoEl whisky en mi vaso apenas se había movido, pero mis dedos lo giraban lentamente mientras mi mente trabajaba en silencio. El aire dentro de mi oficina estaba cargado, no solo por el humo del cigarro que se disipaba en el techo, sino por la incertidumbre que había comenzado a filtrarse en mi mundo como una maldita enfermedad.Montoya.Ese cabrón tenía algo que no me cuadraba. Su oferta era demasiado buena, su disposición demasiado fácil. Los hombres como él nunca daban nada sin esperar algo a cambio, y yo tenía la sensación de que el precio sería más alto de lo que parecía.Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos."Entra."Javier apareció con su habitual expresión seria. "Adriana quiere verte."Fruncí el ceño. "¿Sobre qué?"Javier dudó, lo cual ya era suficiente para hacerme tensar la mandíbula. "No lo sé, pero parece importante."Me levanté, dejando el vaso sobre el escritorio. Si Adriana tenía algo que decirme, significaba que había estado metiendo las narices
POV de DiegoLa noche era espesa, cargada de humedad y peligro. Desde mi oficina, las luces de la ciudad se extendían como un manto traicionero, lleno de promesas y amenazas. Montoya, Nancy y Dave creían que podían moverse en las sombras sin que yo los viera. Estaban equivocados.Adriana me había dado información valiosa, pero no bastaba con saber. Había que actuar con precisión, sin errores. La guerra no se gana con balas solamente, sino con estrategia. Y si algo había aprendido en todos estos años, era que los enemigos más peligrosos no eran los que atacaban de frente, sino los que sonreían antes de apuñalarte por la espalda.Javier entró sin anunciarse, como siempre lo hacía cuando traía noticias importantes."Montoya se está moviendo," dijo con voz grave."¿Adónde?" pregunté, apoyando los codos en el escritorio."A un club en la zona norte. Uno exclusivo. Se reunirá con alguien esta noche."No pregunté cómo lo sabía. Javier tenía contactos en cada rincón de la ciudad, y si Montoya