El gran salón zumbaba con el murmullo diplomático, las arañas de cristal proyectaban una luz dorada sobre los suelos de mármol pulido. Me ajusté el blazer, escaneando la sala en busca de rostros familiares, pero mi mente estaba en otro lugar: en casa, con Diego.Él enfrentaba su propia batalla, una que amenazaba los cimientos mismos del legado de nuestra familia. Un astuto abogado, contratado por un viejo rival, había surgido de las sombras, reclamando derechos sobre nuestra propiedad. Era una emboscada legal, y Diego había prometido manejarla él mismo.Exhalé lentamente. Mi lugar estaba aquí, representando los intereses de nuestra familia en el escenario mundial, pero mi corazón tiraba hacia Diego y la lucha que estaba enfrentando.Diego se sentó frente al abogado en el estudio tenuemente iluminado de nuestra propiedad. Las paredes, alineadas con libros, eran testigos silenciosos de décadas de historia familiar. El hombre frente a él, Emilio Rojas, tenía una mirada aguda, su sonrisa
POV de AdrianaLa invitación para hablar en la cumbre internacional llegó como una tormenta, rápida e inesperada, sacudiendo mi mundo cuidadosamente organizado. Durante años, mi fundación había estado trabajando incansablemente para elevar a las comunidades necesitadas, pero que alguien reconociera nuestro éxito en un escenario global sentía como un momento de validación por todo lo que habíamos sacrificado. Sin embargo, el momento no podría haber sido peor.Diego había estado consumido por el peso abrumador de la deuda familiar durante semanas. Su enfoque había estado en resolver ese problema, revisando estados financieros, reuniéndose con abogados y reorganizando las piezas de un imperio roto que alguna vez prosperó. Había dejado todo en pausa por el bien de proteger el legado de nuestra familia, y esperaba que yo hiciera lo mismo.Sin embargo, la cumbre era una oportunidad para elevar la fundación. Para inspirar a otros. Para expandir nuestro alcance. No se trataba solo de reconoci
POV de DiegoLa carta llegó en una mañana típica de jueves, entre un montón de papeles de negocios y algo de publicidad no solicitada. Su sobre arrugado llamó mi atención de inmediato; no tenía nada de ordinario. No había dirección de remitente, ningún logo ni marca que indicara su origen, pero la caligrafía era inconfundible. La de mi padre. Mi pulso se aceleró mientras la abría, temeroso de lo que podría encontrar.Dentro, solo había una hoja de papel. Estaba vieja, amarillenta con el paso del tiempo, y doblada cuidadosamente, como si hubiera sido guardada durante años. La desplegué con cuidado, escaneando la firma familiar de mi padre, una firma que antes significaba todo para mí. Decía:"Diego, esto debe abrirse solo bajo ciertas circunstancias. Cuando llegue el momento, lo entenderás. Es sobre el futuro de la herencia familiar. No confíes en nadie."Mi corazón se hundió. ¿Qué podría significar esto?Miré la carta durante lo que me pareció una eternidad, mi mente dando vueltas. Mi
POV de DiegoEl aire estaba tenso cuando salimos de la oficina. Sabía que lo que estaba en juego era mucho más grande de lo que había imaginado. Pero Adriana, a mi lado, no parecía temerosa. Su mirada estaba fija en el horizonte, llena de determinación, como si supiera que lo que estábamos a punto de hacer marcaría el rumbo de nuestras vidas. Ya no se trataba solo de la herencia, de nuestra familia. Ahora era cuestión de protegernos, de defender lo que tanto habíamos construido, aunque las sombras del pasado parecían acecharnos.Mientras nos dirigíamos al coche, me sentía como si estuviéramos a punto de entrar en una batalla. Había algo de siniestro en el hecho de que un simple contrato de mi padre hubiera desatado este torbellino. Esa cláusula oculta, que hasta ese momento ni siquiera sabía que existía, nos había arrastrado a un camino del que parecía imposible escapar.Condujimos en silencio, el sonido del motor era lo único que rompía la quietud entre nosotros. Mi mente no dejaba d
POV de AdrianaEl pasado no desaparece solo porque quieras. Permanece, como el olor a humo después de un incendio, aferrándose a los bordes de tus pensamientos. Diego y yo habíamos luchado tanto para llegar aquí, a esta paz frágil, pero aún sentía el peso de todo lo que había sucedido presionando sobre mí.Me senté en el borde de la cama, observando a Diego empacar. Sus movimientos eran decididos, metódicos, como si meter su ropa en una maleta pudiera de alguna manera alejar también nuestro pasado.“¿De verdad crees que irnos es la respuesta?” pregunté, con una voz más baja de lo que pretendía.Diego se quedó inmóvil, con las manos sobre la tela de una camisa doblada. Exhaló antes de volverse hacia mí. “Creo que es una oportunidad para nosotros, Adriana. Un nuevo comienzo.”Me abracé a mí misma. “Huir no arregla nada.”Su mandíbula se tensó. “No es huir. Es elegir seguir adelante.”“¿Pero por qué seguir adelante tiene que significar dejar todo atrás?” repliqué. “Este lugar… es mi hoga
POV de DiegoEl mensaje llegó en la madrugada. Sin remitente. Sin firma. Solo unas palabras escritas con tinta negra sobre un papel arrugado:"Hay un traidor en tu círculo. Y pronto lo descubrirás de la peor manera."Lo miré por un instante, sintiendo cómo una leve molestia se arrastraba en mi pecho. Luego lo hice una bola y lo lancé al suelo.—Qué estupidez.—¿Qué es eso? —preguntó Adriana desde el umbral de la puerta, su voz aún adormilada.Volteé hacia ella. Llevaba mi camisa, el cuello abierto, el cabello revuelto. Perfecta.—Nada —respondí con indiferencia, encendiendo un cigarro.Ella arqueó una ceja y caminó hacia mí. Agachándose, recogió el papel y lo alisó con sus delicados dedos.—¿Un traidor? —leyó en voz alta, y sus ojos oscuros me perforaron con sospecha—. ¿Por qué lo tiraste?Exhalé el humo lentamente.—Porque es un chiste. Gente como yo siempre tiene enemigos, Adriana. Y el miedo es un arma.Ella cruzó los brazos.—¿Y si no es solo un chiste?—Si alguien quisiera advert
POV de DiegoLa distancia entre Adriana y yo dejó de ser una sensación para convertirse en una realidad palpable.Antes, nuestras noches eran largas conversaciones, sus ojos brillaban cuando hablaba de sus planes, de lo que podíamos hacer juntos. Ahora, las palabras se habían convertido en susurros ahogados, en miradas furtivas cargadas de significado pero vacías de expresión.Los silencios en la mesa eran peores que cualquier grito. Ella comía en silencio, su tenedor arrastrándose por el plato sin interés. Yo la miraba de reojo, esperando que me hablara como antes. Pero no lo hacía.Y eso me quemaba por dentro.Una noche, después de otro día donde apenas cruzamos un par de frases necesarias, cerré la puerta del estudio con fuerza y la enfrenté.—¿Vas a seguir con esta mierda de ignorarme?Adriana, que estaba sentada en el sofá con un libro que ni siquiera estaba leyendo, levantó la vista lentamente.—No te estoy ignorando.—Entonces, ¿qué demonios pasa contigo?Ella cerró el libro co
POV de DiegoSus palabras seguían rebotando en mi cabeza."Tal vez me equivoqué contigo."Me pasé una mano por el rostro, tratando de disipar la sensación sofocante en mi pecho, pero no sirvió de nada. Maldita sea. Nada servía.Adriana pensaba que yo disfrutaba de la violencia.¿Era cierto?No.O tal vez sí.Lo que era cierto es que había aprendido a verla como una herramienta, como un mecanismo de control. Y en este mundo de traiciones y sangre, la única forma de sobrevivir era ser más peligroso que el enemigo.Pero Adriana nunca lo entendería.Ella quería que todo se resolviera con palabras, con diplomacia, con… esperanza.Yo no tenía ese lujo.Golpeé la mesa con el puño, dejando salir parte de la rabia contenida en mi interior. No podía soportar la idea de que ella me viera como un monstruo.Porque la verdad era que si había alguien en este mundo por quien estaría dispuesto a cambiar, era por ella.Pero no sabía cómo.Pasaron minutos, tal vez horas, antes de que saliera del estudio