POV de DiegoSabía que él y Elena estaban detrás de todo esto. No hacía falta ser un genio para conectar los puntos. Dave siempre había sido ambicioso, demasiado ambicioso, y Elena... ella era la maestra del engaño, capaz de manipular cualquier situación para su beneficio. Su alianza era una amenaza directa, una que no podía ignorar.En la sala de reuniones, mis manos se cerraban en puños sobre la mesa mientras escuchaba a mi equipo hablar sobre los retrasos. Mi abuela, sentada al otro lado de la mesa, me observaba con esa mezcla de decepción y preocupación que tanto odiaba.—Diego, esto no es lo que me prometiste —dijo finalmente, su voz calmada pero llena de autoridad.—Sé lo que dije, abuela. Y voy a solucionarlo.Ella levantó una ceja, escéptica.—Espero que así sea. Porque si no puedes manejar esto, quizás deba reconsiderar algunas decisiones sobre el liderazgo de esta empresa.Sus palabras eran como un veneno que corría por mis venas. Mi abuela siempre había sido mi mayor apoyo,
POV de AdrianaRobert estaba sentado frente a mí, sus ojos reflejaban una mezcla de dudas e intensidad poco común. Nos encontrábamos en la esquina de un pequeño café, un lugar que habíamos convertido en refugio para esas conversaciones que parecían más seguras lejos del mundo. Pero el ambiente ese día se sentía diferente, cargado, como si algo importante estuviera a punto de revelarse."Tengo algo que decirte," dijo Robert, su voz entrecortada, pero con una firmeza que no podía ignorar.Lo miré, arqueando las cejas con cierta inquietud. "¿Es sobre el trabajo otra vez? Si es eso—""No es sobre el trabajo," interrumpió, inclinándose un poco hacia mí. Sus ojos se fijaron en los míos con una seriedad que me hizo tragar saliva. "Es sobre nosotros.""¿Nosotros?" pregunté, tratando de mantener un tono neutral, aunque mi pecho comenzaba a latir con fuerza.Robert asintió. "Adriana, no puedo seguir fingiendo. Me importas más de lo que debería admitir. Sé que este no es el momento ideal, pero n
POV de DiegoEstaba en mi oficina, mirando las fotos que Elena había dejado sobre mi escritorio. Cada imagen era como una daga clavada en mi pecho, desgarrando cualquier rastro de confianza que pudiera quedarme. Adriana y Robert, sentados en un café, sus rostros demasiado cerca, sus miradas llenas de algo que no podía tolerar.Elena había sido cuidadosa al entregarme estas pruebas, fingiendo preocupación."Diego, no quería ser yo quien te lo dijera, pero creo que mereces saber la verdad," había dicho con voz suave y casi compasiva. Pero conocía a Elena demasiado bien; ella disfrutaba sembrando el caos.Aún así, las imágenes no mentían.Me recosté en la silla, sintiendo que la ira se acumulaba en mi pecho como un volcán a punto de estallar. ¿Cómo se atrevía Adriana? Después de todo lo que le había dado, después de todo lo que habíamos pasado juntos, ¿era así como me pagaba? Y Robert, ese maldito Robert, ¿quién se creía que era?Cogí mi teléfono y marqué su número sin pensarlo dos veces
POV de AdrianaHabía pasado noches en vela pensando en esto. Mi corazón ya no podía soportar el peso de la ansiedad, el miedo constante, y las cadenas invisibles que Diego había puesto a mi alrededor. Sabía que quedarme significaba seguir siendo una sombra de lo que una vez fui. Sabía que tenía que irme, aunque la idea misma me aterrara.Esa mañana, me levanté antes de que el sol saliera, con la determinación marcada en cada movimiento. Había empacado lo esencial en una pequeña maleta. No llevaba mucho: ropa, documentos, y un par de fotografías de los días en los que aún podía sonreír sin sentirme culpable. Cada zíper cerrado era como un golpe de tambor, recordándome que no había vuelta atrás.Mientras bajaba las escaleras de la casa, cada crujido de la madera bajo mis pies me parecía un grito de alarma. Mi respiración estaba entrecortada, y mi corazón latía con fuerza contra mi pecho, como si quisiera advertirme de lo que estaba por venir. Pero no me detuve.Llegué a la puerta princi
POV de AdrianaAquella noche parecía interminable. La soledad en mi habitación era sofocante, pero prefería estar allí que enfrentar de nuevo la mirada de Diego. Me sentía atrapada, no solo físicamente, sino emocionalmente. Cada palabra suya resonaba en mi mente, sus amenazas eran como cadenas que se apretaban más con cada segundo.Apenas había dormido. Mis pensamientos giraban en espiral, y mis ojos, enrojecidos por las lágrimas, estaban fijos en la pequeña maleta a un lado de la cama. Era el símbolo de una libertad que había acariciado, pero que ahora parecía un sueño lejano.“Eres mía, Adriana. Y siempre lo serás.”Sus palabras seguían repitiéndose como un eco cruel. La convicción en su voz me había estremecido, pero también me había hecho sentir una chispa de rabia. ¿Por qué? ¿Por qué él tenía que controlarlo todo? ¿Por qué no podía simplemente dejarme ir?No podía quedarme allí para siempre. Diego me observaba como un halcón, pero sabía que tenía que encontrar una forma de escapa
POV de DiegoLa tarde tenía un aire pesado, casi sofocante, como si el universo conspirara en mi contra. Estaba en mi oficina, revisando unos documentos, pero mi mente no lograba concentrarse. Algo andaba mal, lo sabía. Desde hacía días había un malestar persistente que no podía sacudirme, una sensación de que todo estaba a punto de desmoronarse.De repente, la puerta se abrió de golpe. Levanté la vista y ahí estaba él: Robert. Sus ojos eran dos llamas encendidas, su postura rígida, como si estuviera a punto de lanzarse contra mí. Cerró la puerta con un golpe seco y dio un paso hacia mi escritorio.—Tenemos que hablar, Diego —dijo con un tono que apenas contenía su rabia.Fruncí el ceño, desconcertado por su atrevimiento. Robert siempre había sido leal, o eso pensaba. Pero en ese momento, su mirada me decía otra cosa.—¿Qué pasa contigo? —respondí, apoyando las manos sobre el escritorio.Robert respiró hondo antes de hablar, como si estuviera tratando de controlar un torrente de emoci
POV de DiegoLa puerta se cerró detrás de ellos con un ruido seco que resonó como un eco en mi mente. Me quedé de pie en mi oficina, incapaz de moverme, incapaz de procesar lo que acababa de suceder. Adriana… se había ido. No solo físicamente, sino emocionalmente, espiritualmente. Podía verlo en sus ojos. Esa mirada llena de determinación y resentimiento. ¿Cómo había llegado a esto? ¿Cómo había permitido que algo tan puro entre nosotros se convirtiera en cenizas?Mis manos temblaban mientras las llevaba a mi rostro, intentando recuperar la compostura. La furia y el dolor competían por el control de mi alma. Quería destruir algo, gritar, hacer que el mundo sintiera el mismo vacío que ahora me consumía. Pero, por encima de todo, quería traerla de vuelta. No podía, no debía, dejar que Robert me la arrebatara.Caminé hacia mi escritorio y golpeé con el puño cerrado sobre la superficie de madera. Una pila de papeles cayó al suelo, y el sonido de los objetos rompiéndose me dio una frágil se
POV de DiegoEl día comenzó con un peso extraño en mi pecho, uno que ni el café más fuerte podía disipar. Mientras me sentaba en el despacho de mi casa, rodeado de documentos y papeles que apenas podía procesar, mi mente estaba en otro lugar, o más bien, en otra persona: Adriana. Desde el momento en que se había ido, algo en mí había comenzado a fracturarse. No era solo el control que sentía que perdía; era la certeza de que cada decisión que había tomado para mantenerla cerca ahora se estaba volviendo contra mí.Mi abuela, sentada en el sillón frente a mí, me observaba con su mirada severa pero llena de sabiduría. Había sido testigo de mi vida desde que era un niño y siempre había estado de mi lado, incluso cuando yo mismo dudaba de mis acciones.—Diego, cariño —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. Sé que todo esto te duele, pero estás haciendo lo correcto. Adriana no entiende lo que es mejor para ella.Suspiré y aparté la mirada. Su apoyo siempre había sido incondicional, pero h