POV de Adriana
Estaba de pie en el centro de mi pequeño apartamento, sujetando mi teléfono con fuerza mientras las palabras de Diego resonaban en mis oídos. Su voz había sido tranquila, casi demasiado tranquila, pero yo sabía mejor. Bajo esa fachada de control se estaba gestando una tormenta, una que inevitablemente me atraparía. Diego no era un hombre que hacía llamadas casuales; él operaba con precisión, cada palabra un movimiento calculado.
No tenía el lujo de ignorarlo. Las facturas de medicamentos de mi madre se acumulaban, y mi hermano necesitaba útiles escolares nuevos. El dinero de Diego no era solo una conveniencia, era sobrevivencia.
Deslicé mi teléfono en mi bolso, tomé mi abrigo y salí por la puerta. El camino hacia la estación de tren más cercana fue rápido, el viento frío mordiendo mi rostro. Me ajusté la bufanda alrededor del cuello, tratando de sacudirme la inquietud que se enroscaba en mi estómago. Diego nunca me llamaba a su oficina sin una razón, y su comportamiento