No menos enojada y sorprendida que su padre iba Charlotte en su auto. Después que llegó a un cruce importante redujo la velocidad y respiró hondo para relajarse.
Primero, enojada porque su padre trataba de dominarla como si fuera una niña todavía, y sorprendida porque nunca se había enfrentado a él de esa manera, y mucho menos, amenazándolo.
En medio de su estado de enojo un súbito ataque de risa la invadió y la hizo detenerse un rato mientras reía sola, allí en su auto. Se imaginaba la cara de su padre y lo que debería estar pensando en estos precisos instantes.
Lo que no imaginaba Charlotte era que su padre, después de tragarse su enojo se puso a pensar con cuidado.
«No puedo dejar que el inmundo de Brian Lancaster se acerque a mi hija —pensó entre disgustado y meditabundo— Eso lo evitaré a toda costa»
Sin importarle la hora que era ya, sacó su teléfono móvil y escribió un breve mensaje:
—“Mañana a primera hora en tu oficina, Brown”
No le importaba lo que fuera a hacer el comisario,